(Mensajes al Padre Ottavio Michelini)
6 de Mayo de 1977
EX FRUCTIBUS COGNOSCETIS EOS (por los frutos los conoceréis)
Escribe, hijo.
Soy Padre Pío; lo sabías que me escucharías nuevamente, yo mismo te lo dije; también te dije que me volverías a ver y será, pero no ahora, hay todavía tiempo antes de que esta mi promesa se cumpla.
Estás pensando preguntarme sobre tus dudas, tus temores, tus incertidumbres; temes no estar en la verdad, temes engañarte y engañar, continúas dudando a pesar de las señales que has recibido, a pesar de la clara indicación evangélica: la planta es juzgada por sus frutos; ¿no han sido suficientes los testimonios que has recibido del bien que los mensajes han hecho a tantas almas? ¿No han valido de nada para ti los sufrimientos, tribulaciones, la hostilidad por parte de las fuerzas oscuras del mal que ahora ves aún físicamente? ¿Qué quieres todavía hijo, para abandonarte sin titubeos, dudas y temores a Su Corazón Misericordioso?
Guárdate, hijo, de ceder a las sutiles insidias del enemigo que quiere apagar en ti la luz encendida por el Espíritu Santo, para sumergiros de nuevo, a ti y a otras innumerables almas en la oscuridad en la que uno se extravía; astutos y malignos son los enemigos de tu alma, es necesario combatirlos con las armas seguras de la paciencia, de la humildad, de la obediencia, de la pobreza. Cuando las tribulaciones, el sufrimiento, se hacen más agudos, guárdate del abatimiento, arma infernal para atrofiar toda actividad interior tuya, enmarca siempre tus sufrimientos en la visión realista de la vida entendida como prueba.
La vida es prueba en orden a la eternidad
Esta concepción de la vida como prueba ha estado y está terriblemente oscurecida en el pueblo de Dios por el reflorecer del paganismo que ha borrado en el alma del cristiano el concepto de la vida, entendida y vivida como prueba en orden a la eternidad, así Satanás ha logrado vaciar los espíritus y los corazones del valor necesario para combatir, por la más grande causa, la justa batalla.
La inmensa mayoría de los cristianos de este siglo, y no sólo de los cristianos, sino un número no pequeño de sacerdotes y obispos, han olvidado las armas y han abierto las puertas de su espíritu y de su corazón al enemigo que hace estragos en los individuos, en las familias y en la Iglesia. Hijo, en la Iglesia regenerada será puesto en gran realce el concepto de la vida entendida y considerada como prueba, en camino hacia la gran meta de la eternidad. Las potencias del mal, desde siempre, buscan materializar la vida del hombre en la tierra distrayéndolo y alejándolo cada vez más de Dios, sumo y único bien, Alfa y Omega de todo y de todos, para desviarlo hacia las fugaces y efímeras cosas de la tierra.
En la Iglesia renacida, las almas deberán ser plasmadas, esto es, formadas y educadas en la pureza del Evangelio, exento de las falsas y venenosas interpretaciones de hombres soberbios y ambiciosos, más amantes de sí mismos que de la verdad.
Oh hijo mío, las comunidades, in fieri (que se está formando) y las surgidas para los últimos tiempos, tienen como finalidad fundamental la de ser otros tantos centros de difusión en los que la fe, la esperanza y el amor deberán arder con tal intensidad como para desarmar cualquier tentativa de infección herética, para sustituirse a las viejas estructuras que ya no tienen el espíritu inicial, el espíritu para el que fueron queridas e instituidas. Órdenes religiosas, Congregaciones, Comunidades de consagrados, caerán como frutos carcomidos, no buenos ya para la Iglesia, sino nocivos.
Es El quien destruye y edifica, quien levanta y abate
Regenerarse quiere decir resurgir a nueva vida. Resurgimiento, hijo, si el derrumbe está en acto, también está en acto el resurgimiento; los ciegos nada advierten, o fingen no advertir. Pero ¿quién detendrá la acción de Dios que como fuego divino quemará todo el producto inmoral, antirracional, anticristiano de los profetas de Satanás, corruptos y corruptores? Esta maldita ralea ha infestado la entera humanidad, la misma Iglesia.
Hijo y hermano mío, D. Octavio, no te asustes ni tampoco te preocupes. Es Él quien destruye y edifica, es Él quien levanta y abate, es el Espíritu de Dios, que no dejará sumergir su Iglesia, pasará purificándola, sanándola, vivificándola, y la salvará de todas las fuerzas y potencias que la quisieran destruida y hundida para siempre.
Hijo, la comunidad que deberás formar deberá estar siempre penetrada de la luz y del fuego del Espíritu Santo. Pureza de doctrina, austeridad de costumbres, amor a Dios y amor al prójimo, serán las características que la deberán animar en todo momento. ¡El formalismo hipócrita será abatido! Nada en ella será permitido que esté en discrepancia con los preceptos evangélicos. Dios será Alfa Omega. A Él por consiguiente todo honor y Gloria; a Él siempre el puesto que le corresponde, el primero, tanto en el corazón de cada uno y en el corazón de la comunidad.
Padre Pío