No puede haber luz de día, sin el sol; y no puede haber santidad sin el Santo de los santos, Jesús Sacramentado.
Efectivamente si queremos ser santos, tenemos que recibir al Santo de los santos, Jesús Eucaristía, lo más frecuentemente que podamos. Porque comulgando, de ser posible, todos los días, es como Dios nos va asimilando a Sí, y nos deifica, nos hace santos.
Es como la parábola del Reino que explicaba el Señor en el Evangelio, que es como una semilla que crece sola sin que el hombre sepa cómo. Así también si comulgamos todos los días, la santidad irá creciendo en nosotros automáticamente, si es que no ponemos obstáculos a la gracia y recibimos al Señor con las debidas disposiciones.
Vayamos a comulgar todos los días si queremos ser santos. Y no pensemos tanto en lo que tenemos que hacer para ser santos, sino más bien en no perder ni siquiera una Sagrada Comunión. Porque a veces estamos dispuestos a recorrer mar y tierra por un ideal o proyecto, e incluso hacemos largas caminatas o viajes si queremos cobrar un dinero o recibir una herencia. Y sin embargo, a veces, ¡cómo nos cuesta hacer el trayecto que va desde nuestra casa a la iglesia!, y dejamos de ir a Misa, y nos privamos de la Comunión diaria, y así pasan los días, y nos vamos entibiando, cuando no enfriando del todo.
El demonio bien sabe que un alma que comulga frecuentemente, de ser posible todos los días, es una presa perdida para él. Por eso tenemos que ponernos en guardia y pensar seriamente si hemos dejado de ir a comulgar todos los días por algún motivo importante, o por naderías y pretextos que el diablo nos pone por delante.
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