Almas purgantes que Jesús liberaba le iban a agradecer.
A lo largo de los siglos, Dios ha permitido que las almas se manifiesten a muchas personas, San Pío de Pietrelcina tenía muchas visiones de almas purgantes que Jesús liberaba por sus oraciones y sufrimientos.
Las almas iban a agradecerle a San Giovanni Rotondo cuando ingresaban al Cielo. Veamos algunas anécdotas.
El 2 de noviembre es el día de los Fieles Difuntos. Una de nuestras principales tareas debería ser concurrir a misa y orar pidiendo al Señor la liberación de las Almas de amigos y familiares que están en el Purgatorio.
Una tarde el Padre Pío estaba descansando en una habitación, en la planta baja del convento, que fue destinada a hospedería. Estuvo solo descansando, y apenas se había extendido sobre el sofá cuando, de repente, he aquí que vino a comparecerle un hombre envuelto en una negra capa. El Padre Pío, sorprendido, levantándose, interrogó al hombre quién era y qué quería. El desconocido le contó que era un alma del Purgatorio.
“Soy Pietro Di Mauro. He muerto en un incendio, el 18 de septiembre de 1908, en este convento que fue destinado a un geriátrico, después de la expropiación de los bienes eclesiásticos. Morí entre las llamas, en mi cama de paja, sorprendido en el sueño, justo en esta habitación.
Vengo del Purgatorio: el buen Dios me ha concedido la gracia de veniros a preguntar si podrías ofrecer la Santa Misa de mañana por mi descanso eterno. Gracias a esta Misa podré entrar al Paraíso“.
El Padre Pío aseguró que ofrecería la Santa Misa por su alma. El Padre Pío contó:
“Yo, quise acompañarlo a la puerta del convento, para despedirlo, y cuál sería mi sorpresa; que una vez a mi lado desapareció repentinamente. Por lo que me di verdaderamente cuenta de haber hablado con un difunto”. Tengo que decir que regresé al convento muy asustado. Al padre Paolino de Casacalenda, Superior del convento, que notó mi agitación, le pedí el permiso de celebrar la Santa Misa en sufragio de aquella alma necesitada; después, naturalmente, de haberle narrado lo ocurrido”.
Tiempo después, el Padre Paulino, despertado por la curiosidad, quiso hacer la averiguación. Fue al Despacho del registro del ayuntamiento de San Giovanni Rotondo, solicitó y consiguió el permiso de consultar el registro de los fallecidos en el año 1908, la narración del Santo Padre Pío correspondió a la realidad. En el registro relativo a las muertes del mes de septiembre, el padre Paulino localizó el nombre, el apellido y la imputación de la muerte:
“En fecha el 18 de septiembre de 1908, en el incendio del geriátrico Pietro Di Mauro verdaderamente murió.”
La Señora Cleonice Morcaldi de San Giovanni Rotondo fue una hija espiritual del Padre Pío; a un mes de la muerte de su mamá, el Padre Pío le dijo:
“Esta mañana tu mamá ha volado al Paraíso, la he visto mientras estaba celebrando la Misa.”
Lo que quiere decir que tuvo la gentileza de ofrecer la misa por el descanso eterno de su alma.
El Padre Pío contó esta historia al Padre Anastasio. “Una tarde, mientras yo estaba solo en el coro para orar, oí el susurro de un traje y vì a un monje joven que revolvió al lado del altar principal. Parecía que el joven monje estaba desempolvando los candelabros y arreglando los jarrones de las flores.
Yo pensé que él era el Padre Leone que estaba reestructurando el altar; y como ya era la hora de la cena, me acerqué a él y le dije:
“Padre Leone, vaya a cenar, no es tiempo para desempolvar y reparar el altar”.
Pero una voz que no era la voz del padre Leone me contestó:
“yo no soy el Padre Leone”,
“¿y quién es usted? “, le pregunté.
“Yo soy un hermano suyo que hice el noviciado aquí, mi misión era limpiar el altar durante el año del noviciado. Desgraciadamente en todo ese tiempo yo no reverencié a Jesús Sacramentado, Dios Todopoderoso, como debía haberlo hecho, mientras pasaba delante del altar. Causando gran aflicción al Sacramento Santo por mi irreverencia; puesto que El Señor se encontraba en el tabernáculo para ser honrado, albado y adorado. Por este serio descuido, yo estoy todavía en el Purgatorio. Ahora, Dios, por su misericordia infinita, me envió aquí para que usted decida el tiempo desde cuándo que yo podré disfrutar del Paraíso. Y para que Ud. cuide de mí.”
Yo creí haber sido generoso con esa alma en sufrimiento, por lo que yo exclamé:
“usted estará mañana por la mañana en el Paraíso, cuando yo celebre la Santa Misa”.
Esa alma lloró: Cruel de mí, que malvado fui.
Entonces él lloró y desapareció. Esa queja me produjo una herida tan profunda en el corazón, la cual yo he sentido y sentiré durante toda mi vida. De hecho yo habría podido enviar esa alma inmediatamente al Cielo pero yo lo condené a permanecer una noche más en las llamas del Purgatorio.
En otras ocasiones, el Padre Pío recibió almas –incluyendo soldados muertos en la Segunda Guerra Mundial– quienes hacían cola por su intercesión.
Una vez, un monje que vivió con el visualizó soldados extraños cerca de la chimenea del padre.
Preguntándose como habían entrado, el Padre Pio le explicó,
que no eran soldados, sino espíritus de fallecidos que se acercaban pidiendo ayuda en su camino a la otra vida.
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