gmainEscribirle una carta a la Gospa siempre produce frutos. Como toda madre, a la Virgen le gusta mucho recibir cartas de sus hijos y como Madre Celestial, responde a ellas celestialmente. Martina (de Milán) nos relata:
“Algún tiempo después de haberle escrito mi carta a la Gospa, comprendí que debíamos ir en familia a Medjugorje. Feliz noticia, mis padres se unirían a nosotros. Por cierto, a ellos el aspecto turístico del viaje a la costa Adriática los entusiasmaba. Desde mi más tierna infancia había presenciado peleas entre mis padres. Mis hermanos y yo sufrimos mucho por ello. Su sensibilidad, crisis y altercados acababan siempre mal: el uno yéndose de la casa y la otra llorando. Para peor, la reputación de estar en constante litigio los seguía por doquier y nuestros amigos nos lo hacían sentir. No conocíamos lo que era estar en paz. La amenaza del divorcio era siempre una moneda corriente. Siendo niña, me decía: “¡y bueno que se divorcien, eso los hará más felices!” Sin embargo, durante 40 años de matrimonio ese divorcio nunca se produjo, gracias a Dios.
Llegamos a Medjugorje en octubre de 2015. ¿De qué manera la gracia penetró en el corazón de mis padres? El primer día, mi madre, aunque a regañadientes, acepta ir a confesarse. Se coloca en una larga fila frente a un confesionario; pero cansada de esperar, al cabo de un tiempo abandona su lugar y me la encuentro sentada en una confitería. Me dijo a mí misma que esta peregrinación comienza mal. Ella me bombardea a preguntas: “Dios, sí; existe, pero ¿qué quiere de mí? ¡Mi vida está muy bien! Quiero estar bien con Dios pero me amo mi vida. Tampoco quiero entrar en un convento. Y además la confesión… nunca sé qué decirle al cura y tampoco estoy segura de que eso sirva para algo. Hace siete años que me confesé por última vez”.
De todas formas al día siguiente volvió a intentarlo. ¡Sorpresa! Enseguida encontró un confesionario libre. ¿Qué ocurrió allí adentro? ¡No tengo ni la menor idea! Pero varias semanas después de nuestro viaje a Medjugorje tuve la ocasión de pasar algunos días en casa de mis padres, desconfiando bastante el ambiente que encontraría, me preparaba para sufrir como era habitual. Sin embargo, ante mi gran asombro, no hubo ninguna discusión entre ellos. ¡Ni una solita! Mejor aún, mis padres me invitaron a participar de su oración matutina, rosario y otras oraciones, de rodillas ante un pequeño altar bien arreglado – ¡vaya novedad! – y mi madre terminaba esas plegarias cantando un Ave María con su magnifica voz.
Esta paz y reconciliación reencontradas después de 40 años de peleas era uno de los regalos que le había pedido en mi carta a la Gospa. Desde entonces, con sus 65 años de edad, mis padres se han convertido en la pareja modelo de mi fe cristiana y me regocijo pensando que el cambio radical a la paz y el amor que se ha operado en ellos, inspirará a muchas otras personas.»
© Children of Medjugorje del mes de junio de 2016