12-11-2010
Virgen:
Párate sobre tu vida y piensa qué has deseado que Dios no te haya concedido:
deseaste marido, hijos, casa… y Dios te lo ha ido concediendo. Deseaste dejar
trabajos, y Dios te lo dio.
Dime, amada, qué es lo que tú te hayas atrevido a pedir a Dios que Dios no haya
tenido el gusto de concederte. Dios escucha tus súplicas, hija, las escucha con
gusto. Porque tú no pides egoístamente, sino siempre pides para los demás.
Ahora mira también cómo Dios es celoso de ti y, al mismo tiempo que te da todo,
quiere todo de ti. Y quiere todo tu amor. Mira cómo poco a poco te quita el amor de
todas las criaturas
Mira cómo ni el amor por hijos, experimentas que te sea lícito apegarte a ello. Y
esto es así porque el Señor te quiere para sí. Pero te quiere toda.
Esto lo hace con sus almas predilectas. Esto lo hace con las que prepara a sublimes
misiones.
Por eso queremos que tú llegues al cénit de tu sufrimiento y que esa entrega sirva
para salvar almas.
Acoged al Espíritu Santo, que cae sobre vosotros como lluvia de rocío y aliviará los
corazones más probados por el dolor, dando vida en lo que ha muerto para Dios.
Hoy, viernes, día en que mi Hijo murió, os digo: ¡esperad la Resurrección! Que os
llegará al Tercer Día. Confiad, tened esperanza en la Resurrección.
Marga amada: ¡Cierra tu vida anterior!
Que tu vida anterior sea sólo menos que un apéndice de la introducción, que tu vida
anterior sea sólo un mal sueño.
¡Vuela! Yo te quiero dar las alas. Tan sólo ven a tomarlas.
Te sucederá con todo a lo que Yo te envíe y a lo que Yo te invito: que lo realizarás
fácil y suavemente.
Cierra los ojos a comparaciones con ésta u otra alma. Tú eres singular, pues
peculiar es tu Carisma.
Yo quiero revelar por tu medio un aspecto nuevo para la Iglesia dentro de la Gran
Tribulación.
Yo, hija, por tu medio, haré incluso milagros. Tú sólo déjate hacer. Te será fácil,
porque sólo lo haré Yo.
Existen muchos hijos a los que Yo no puedo llegar, luego no les puedo llevar a mi
Hijo. Quiero que tú vayas, Marga, de entre ellos, y me lleves.
Para ello: te doy el
Don de ser Yo para las almas.
Te doy: de tus labios la dulzura
y de tus manos la paz.
De tus ojos el amor
y de tu pecho: ¡mi Corazón!
Amados: ¡Contemplad la Nueva Jerusalén! ¡Contemplad la Nueva Primavera!, que
se abre ante vuestros ojos.
Sólo tenéis que dejaros hacer.
Venid por esta senda que se abre a vuestros pies. Caminad por ahí y siempre por
ahí, sin desviarse. Encontraréis vuestra dicha eterna.
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