CAPÍTULO
32: DE LA ABNEGACIÓN DE SÍ MISMO, Y ABDICACIÓN DE TODO APETITO.
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta, si no te
niegas del todo a ti mismo. En prisiones están todos los ricos y amadores de sí
mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las
cosas de gusto, y no las de Jesucristo: sino que antes componen e inventan
muchas veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que no procede de Dios
perecerá. Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y
lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego. Reflexiones bien esto; y
cuando cumplieres, lo entenderás todo.
El Alma:
2. Señor, no es esta obra de un día,
ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección
religiosa.
Jesucristo:
3. Hijo, no debes volver atrás, ni
decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para
cosas más altas, o a lo menos aspirar a ellas con deseo. ¡Ojalá hubieses
llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo, y estuvieses dispuesto
puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me
agradarías sobremanera, y toda tu vida correría gozosa y pacífica. Aún tienes
mucho que dejar, que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que
pides. Para que seas rico, te aconsejo que compres de Mí oro acendrado, esto
es, la sabiduría celestial que desprecia complacencia.
4. Yo te dije que las cosas más viles
al parecer humano, se deben comprar con las preciosas y altas. Porque muy vil y
pequeña parece la verdadera sabiduría celestial, puesta casi en olvido entre
los hombres. Ella no sabe grandezas de sí, ni quiere ser engrandecida en la
tierra. Está en la boca de muchos, pero muy lejos de sus obras, siendo ella una
perla preciosísima, escondida para los más.
CAPÍTULO
33: DE LA INCONSTANCIA DEL CORAZÓN, Y QUE LA INTENCIÓN FINAL SE HA DE DIRIGIR A
DIOS.
Jesucristo:
1. Hijo, no creas a tu deseo; pues el que ahora es, presto
se te mudará en otro. Mientras vivieres, estás sujeto a mudanzas, aunque no
quieras, porque ya te hallará alegre, ya triste, ya sosegado, ya turbado, ya
devoto, ya indevoto, ya diligente, ya perezoso; ahora pesado, ahora liviano.
Mas el sabio bien instruido en el espíritu, es superior a estas mudanzas: no
mirando lo que experimenta dentro de sí, ni de que parte sopla el viento de la
instabilidad; sino a dirigir toda la intención de su espíritu al debido y
deseado fin. Porque así podrá permanecer siempre el mismo e ileso en tan varios
casos, dirigiendo a Mí sin cesar la mira de su sencilla intención.
2. Y cuanto más pura fuere, tanto
estará más constante entre las diversas tempestades. Pero en muchas cosas se
obscurecen los ojos de la pura intención, porque se mira fácilmente a lo que se
presenta como deleitable. Así es, que rara vez se halla quien esté enteramente
libre de lunar de su propio interés. De este modo, los judíos en otro tiempo
vinieron a casa de Marta y María Magdalena en Betania, no sólo por Jesús, si
también para ver a Lázaro. Débense, pues, limpiar los ojos de la intención,
para que sea sencilla y recta, y se enderece a Mí sin detenerse en los medios.
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