CAPÍTULO
40: QUE NINGÚN BIEN TIENE EL HOMBRE SUYO NI COSA ALGUNA DE QUÉ ALABARSE.
El Alma:
1. Señor, ¿qué es el hombre para que
te acuerdes de él, o el hijo del hombre para que le visites? ¿Qué ha merecido
el hombre para que le dieses tu gracia? Señor, ¿de qué me puedo quejar si me
desamparas? ¿cómo justamente podré contender contigo, si no hicieres lo que
pido? Por cierto, una cosa puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor,
nada puedo, nada bueno tengo de mí; mas en todo me hallo vacío, y camino
siempre a la nada. Y si ni soy ayudado e instruido interiormente por Ti, me
vuelvo enteramente tibio y disipado.
2. Mas Tú, Señor, eres siempre el
mismo, y permaneces eternamente, siempre bueno, justo y santo, haciendo todas
las cosas bien, justa y santamente, y ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que
soy más inclinado a caer que aprovechar, no persevero siempre en un estado, y
me mudo siete veces al día. Mas luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu
mano auxiliadora; porque Tú solo, sin humano favor, me puedes socorrer y
fortalecer, de manera que a Ti solo se convierta y en Ti descanse mi corazón.
3. Por lo cual, si yo supiese bien
desechar toda consolación humana, ya sea por alcanzar devoción o por la
necesidad que tengo de buscarte, porque no hay hombre que me consuele, entonces
con razón podría yo esperar en tu gracia, y alegrarme con el don de la nueva
consolación.
4. Gracias sean dadas a Ti, de quien
viene todo siempre que me sucede algún bien. Porque delante de Ti yo soy
vanidad y nada, hombre mudable y flaco. ¿De dónde, pues, me puedo gloriar, o
por qué deseo ser estimado? ¿Por ventura de la nada? Esto es vanísimo.
Verdaderamente la gloria frívola es una verdadera peste y grandísima vanidad;
porque nos aparta de la verdadera gloria, y nos despoja de la gracia celestial.
Porque contentándose un hombre a sí mismo, te descontenta a Ti: cuando desea
las alabanzas humanas, es privado de las virtudes verdaderas.
5. La verdadera gloria y alegría
santa consiste en gloriarse en Ti y no en sí; gozarse en tu nombre, y no en su
propia virtud, ni deleitarse en criatura alguna sino por Ti. Sea alabado tu nombre,
y no el mío: engrandecidas sean tus obras, y no las mías: bendito sea tu santo
nombre, y no me sea a mí atribuida parte alguna de las alabanzas de los
hombres. Tú eres mi gloria; Tú la alegría de mi corazón. En Ti me gloriaré y
ensalzaré todos los días: mas de mi parte no hay qué, sino de mis flaquezas.
6. Busquen los hombres la gloria que
se dan recíprocamente: yo buscaré la gloria que viene solamente de Dios. Porque
toda la gloria humana, toda honra temporal, toda la alteza del mundo, comparada
con tu eterna gloria es vanidad y necedad. ¡Oh verdad mía y misericordia mía,
Dios mío, Trinidad bienaventurada: a Ti sola sea alabanza, honra, virtud y
gloria para siempre jamás!
CAPÍTULO
41: DEL DESPRECIO DE TODA HONRA TEMPORAL.
Jesucristo:
1. Hijo, no te pese si vieres honrar
y ensalzar a otros, y tú ser despreciado y abatido. Levanta tu corazón a Mí en
el cielo, y no te entristecerá el desprecio humano en la tierra.
El Alma:
2. Señor, en gran ceguedad estamos, y
la vanidad presto nos engaña. Si bien me miro, nunca se me ha hecho injuria por
criatura alguna; por lo cual no tengo de qué quejarme justamente de Ti. Mas
porque yo muchas veces pequé gravemente contra Ti, con razón se arman contra mí
todas las criaturas. Justamente, pues, se me debe confusión y desprecio; y a Ti
alabanza, honor y gloria. Y si no me dispusiere de modo que huelgue mucho ser
de cualquiera criatura despreciado y abandonado, y ser tenido por nada, no
podré estar interiormente pacificado y asegurado, ni recibir la luz espiritual,
ni unirme a Ti perfectamente.
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