Viernes 05 de Julio del 2013
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (23,1-4.19;24,1-8.62-67):
Sara vivió ciento veintisiete años, y murió en Villa Arbá (hoy Hebrón),
en país cananeo. Abrahán fue a hacer duelo y a llorar a su mujer.
Después dejó a su difunta y habló a los hititas: «Yo soy un forastero
residente entre vosotros. Dadme un sepulcro en propiedad, en terreno
vuestro, para enterrar a mi difunta.»
Después Abrahán enterró a Sara, su mujer, en la cueva del campo de
Macpela, frente a Mambré (hoy Hebrón), en país cananeo. Abrahán era
viejo, de edad avanzada, el Señor lo había bendecido en todo. Abrahán
dijo al criado más viejo de su casa, que administraba todas las
posesiones: «Pon tu mano bajo mi muslo, y júrame por el Señor, Dios del
cielo y Dios de la tierra, que, cuando le busques mujer a mi hijo, no la
escogerás entre los cananeos, en cuya tierra habito, sino que irás a mi
tierra nativa, y allí buscarás mujer a mi hijo Isaac.»
El criado contestó: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta
tierra, ¿tengo que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?»
Abrahán le replicó: «De ninguna manera lleves a mi hijo allá. El Señor,
Dios del cielo, que me sacó de la casa paterna y del país nativo, que me
juró: "A tu descendencia daré esta tierra", enviará su ángel delante de
ti, y traerás de allí mujer para mi hijo. Pero, si la mujer no quiere
venir contigo, quedas libre del juramento. Sólo que a mi hijo no lo
lleves allá.»
Mucho tiempo después, Isaac se había trasladado del "Pozo del que vive y
ve" al territorio del Negueb. Una tarde, salió a pasear por el campo y,
alzando la vista, vio acercarse unos camellos. También Rebeca alzó la
vista y, al ver a Isaac, bajó del camello y dijo al criado: «¿Quién es
aquel hombre que viene en dirección nuestra por el campo?»
Respondió el criado: «Es mi amo.»
Y ella tomó el velo y se cubrió. El criado le contó a Isaac todo lo que
había hecho. Isaac la metió en la tienda de su madre Sara, la tomó por
esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 105
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza? R/.
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.
Acuérdate de mí por amor a tu pueblo. R/.
Visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo,
muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús
y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los
enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no
sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Viernes 05 de Julio del 2013
Queridos amigos y amigas:
Los ojos de la cara son capaces de ver lo que aparece ante ellos. Pero hay otra mirada capaz de ver más allá…
Jesús fue un hombre de mirada profunda. No se quedó en las apariencias…
Porque el Padre tampoco se queda en lo que aparece a primera vista. Por
eso llega a elegir a alguien que otros nunca hubieran elegido: a un
cobrador de impuestos, que colaboraba con el poder ocupante –Roma-, que
pertenecía a un grupo con muy mala fama en la sociedad de su tiempo… Y,
sin embargo, Jesús ve en él un ser humano, una criatura de Dios capaz de
algo más de lo que hace en ese momento. Y le dijo “Sígueme”.
Hoy también podemos dejarnos mirar por Jesús. Dejar que sus ojos miren
más allá de nuestras apariencias, de nuestras luces y sombras, de
nuestros logros y deficiencias… Dejar que su mirada vea el ser humano
que hay en nosotros, criatura de Dios llamada a ser hijo y hermano de
todos… Y dejar que también a nosotros nos diga: “Sígueme”.
Y aprender nosotros de esa mirada, para poder también mirar a otros más
allá de las apariencias, de lo que otros dicen, de la fama de cada uno…
llegar a ver el ser humano que hay en cada uno, llamado a crecer y a
parecerse al modelo desde el que fue creado: el Hijo.
Mírame, Señor, como tú sabes mirar.
Dame, Señor, tu mirada, para ver como tú ves.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, cmf (luismanuel@claretianos.es)
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