CAPÍTULO
36: CONTRA LOS VANOS JUICIOS DE LOS HOMBRES.
Jesucristo:
1. Hijo, pon tu corazón fijamente en Dios, y no temas los
juicios humanos cuando la conciencia no te acusa. Bueno es, y dichoso también
padecer de esta suerte; y esto no es duro al corazón humilde que confía más en
Dios que en sí mismo. Los más hablan demasiadamente, y por eso se les debe poco
crédito. Y también satisfacer a todos no es posible. Aunque San Pablo trabajó
en contentar a todos en el Señor, y fue para todos; sin embargo, en nada tuvo
el ser juzgado del mundo.
2. Mucho hizo por la salud y
edificación de los otros trabajando cuanto pudo y estaba de su parte; pero no
se pudo librar de que le juzgasen y despreciasen alguna veces. Por eso lo
encomendó todo a Dios, que le conoce todo, y con paciencia y humildad se
defendía de las malas lenguas y de los que piensan vanidades y mentiras, y las
dicen como se les antoja. Y también respondió algunas veces, porque no se
escandalizasen algunas almas débiles en verle callar.
3. ¿Quién eres tú para que temas al
hombre mortal? Hoy es, y mañana no parece. Teme a Dios, y no te espantes de los
hombres. ¿Qué te puede hacer el hombre con palabras o injurias? Más bien se
daña a sí mismo que a ti; y cualquiera que sea, no podrá huir el juicio de
Dios. Ten presente a Dios, y no contiendas con palabras de queja. Y si ahora
quedas debajo, al parecer, y sufres la humillación que no mereciste, no te
indignes por eso, ni por la impaciencia disminuyas tu victoria. Sino mírame a
Mí en el cielo, que puedo librar de toda confusión e injuria, y dar a cada uno
según sus obras.
CAPÍTULO
37: DE LA PURA Y ENTERA RENUNCIA DE SÍ MISMO PARA ALCANZAR LA LIBERTAD DEL
CORAZÓN.
Jesucristo:
1. Hijo, déjate a ti y me hallarás a
Mí. Vive sin voluntad ni amor propio, y ganarás siempre. Porque al punto que te
renunciares sin reserva, se te dará mayor gracia.
El Alma:
2. Señor, ¿cuántas veces me
renunciaré, y en qué cosas me dejaré?
Jesucristo:
3. Siempre, y a cada hora, así en lo
poco como en lo mucho. Nada exceptúo, sino que en todo te quiero hallar
desnudo. De otro modo, ¿cómo podrás ser mío y yo tuyo, si no te despojas de
toda voluntad interior y exteriormente? Cuando más presto hicieres esto, tanto
mejor te irá; y cuanto más pura y cumplidamente, tanto más me agradarás y mucho
más ganarás.
4. Algunos se renuncian, pero con
alguna excepción no confían en Dios del todo, y por eso trabajan en mirar por
sí. También algunos al principio lo ofrecen todo; pero después, combatidos de
alguna tentación, se vuelven a sus comodidades, y por eso no aprovechan en la
virtud. Estos nunca llegarán a la verdadera libertad del corazón puro ni a la
gracia de mi suave familiaridad, si no se renuncian antes haciendo del todo
cada día sacrificios de sí mismos, sin lo cual no están ni estarán en la unión
con que se goza de mí.
5. Muchas veces te dije, y ahora te lo vuelvo a decir: Déjate a ti,
renúnciate y gozarás de grande paz interior. Dalo todo por el todo: nada
busques, nada exijas; está puramente y sin dudar en Mí, y me poseerás. Serás
libre de corazón y no te ofuscarán las tinieblas. Encamina todos tus esfuerzos,
deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego, para seguir así desnudo
a Jesús desnudo, morir para ti, y vivir para Mí eternamente. Entonces se
desvanecerán todas las vanas imaginaciones, las perturbaciones malas, y los
cuidados superfluos. Entonces también desaparecerá el temor excesivo y morirá
el amor desordenado.
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