Benedetta Frigerio / Tempi.it Rel
Sebastián Llorens Telarroja, nacido en 1909, murió a manos del Frente Popular en 1936, con 27 años, junto a otro próximo beato, el sacerdote Jaime Puig Mirosa, primer mártir de los Hijos de la Sagrada Familia (en total serán 19 los miembros de la congregación que serán beatificados en octubre junto a este laico).
Ex alumno de los cursos nocturnos de la escuela de Santa Maria de Blanes, Gerona, era un joven estudioso y un campesino, miembro de la Federación de los Jóvenes Cristianos de Cataluña y terciario de la orden de San Francisco.
Arriesgar su vida por la Virgen
La Eucaristía y la Virgen del Vilar, Patrona de Blanes, eran sus dos grandes amores. Vivía testimoniando el encuentro con Cristo y sirviéndolo a través de distintas obras de misericordia. Aunque sabía que arriesgaba su vida, puso a salvo de la furia de los “rojos” la imagen de la Virgen del Vilar conservada en el homónimo santuario, y acompañó hasta la muerte a su profesor, el padre Mirosa.
Éste, a pesar de su juventud, mostraba una gran capacidad y seriedad en la gestión del Instituto Santa Maria, del que era el director, y en la formación de los estudiantes. Sabía ser padre y maestro, creando una atmosfera familiar dentro de la escuela.
El 19 de julio de 1936, tras un primer registro por parte de los milicianos republicanos que entraron en el instituto, don Jaime fue llevado frente a una comisión para ser interrogado sobre las propiedades de los Hijos de la Sagrada Familia, que a continuación fueron saqueadas, como sucedió también a otras comunidades religiosas y al clero de Barcelona.
Una vez liberado, el sacerdote se refugió primero en casa de un amigo del colegio; después, el 25 de julio escapó de la ciudad refugiándose precisamente con su ex estudiante Sebastián, que le ayudó a esconder la antigua imagen de la Virgen del Vilar, a pesar del peligro que ello entrañaba.
Sin embargo, en la noche del 30 de julio de 1936, una patrulla de republicanos lo detuvo y lo llevó ante el comité que lo interrogó durante horas. Fue acusado con el falso pretexto de haber cambiado de domicilio sin haber informado al comité. Una vez libre, al salir se encontró con el joven Sebastián que lo estaba esperando.
La emboscada de los anticatólicos
Pero los republicanos les habían preparado una emboscada, y los dos fueron capturados juntos mientras volvían a casa. Mientras recorrían la calle, los milicianos del Frente Popularordenaban a la gente que cerraran las puertas y ventanas para que no pudieran ser testigos del homicidio premeditado.
Después, condujeron al Padre Puig Mirosa y a Sebastián fuera de la ciudad, donde algunos republicanos salieron de detrás de un muro y dispararon al religioso y a su alumno, que lo había cogido entre sus brazos para sostenerlo. Antes de morir, el sacerdote consiguió murmurar: «¡Dios mío, Dios mío!». Sebastián, en cambio, herido, fue asesinado con varios disparos en la cabeza. Los dos cadáveres permanecieron en la calle hasta que fueron recogidos y llevados al cementerio local.
Reconocido en 1941, el cuerpo de Jaime Puig Mirosa fue depositado primero en un nicho de la congregación; después, en 2007, en el cementerio de la capilla parroquial de San José Mañanet, en Barcelona. El pueblo ha erigido un monumento en el lugar de su martirio y se le han dedicado las dos calles que conducen al mismo.
(Traducción de Helena Faccia Serrano)
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