Angèle Lieby siempre estuvo viva y conciente de lo que pasaba alrededor; oía todo pero no podía ver ni moverse. Estaba conectada a una máquina y los médicos la trataban como un vegetal; le dijeron a su esposo que hiciera los preparativos para el cementerio. Pero el día que su hija, junto a su cama, le contó que estaba esperando un tercer hijo y que esperaba que la abuela pudiera conocerlo, brotó una lágima de sus ojos. Durante el período de oscuridad, la luz del padrenuestro la mantuvo con fe. La semana pasada publicamos la historia de un caso parecido, de un joven que dieron por vegetal por 23 años y descubrieron que también sabía todo lo que pasda alrededor, pero no podía comunicarse, ver aquí.
“Salvada por una lágrima”. Es la increíble historia de Angèle Lieby, una mujer francesa que fue liberada de un estado vegetativo en el que estaba, y que en un libro (que en Francia ya ha vendido 200.000 copias) nos cuenta su historia, señalando con el dedo a los médicos que le dieron por muerta, tratándola como un objeto a quien darle un final “digno”.
SENTIR EN LA OSCURIDAD
La historia de Angèle, de 57 años, comienza el 13 de julio de 2009. Siente un fuerte dolor de cabeza. Fue al hospital de Estrasburgo, lo discute con los médicos que “no entienden nada”. No se siente bien, comenzó a hablar con dificultad, dificultad para respirar, pérdida del conocimiento.
Un diagnóstico desafortunado lleva a los médicos a decidir intubar y ponerla en un coma inducido. El estado de coma del que, al parecer, Angèle no despertaría nunca más. La mujer estaba ahora un vegetal, para desesperación de sus familiares, su esposo Ray y su hija Cathy, que es madre de dos niñas.
Pero esto es sólo lo que se ve. En realidad, Angèle oía todo, aunque – como dice hoy – no podía ver nada. Alrededor de ella había sólo negro. Sólo oscuridad.
Haciendo un recuento de aquellos días, cuando alrededor de su cama se reunían los seres queridos y los médicos, escribió en el libro:
“Debo sentir todo para entender lo que pasa”.
Entiende que está conectada a una máquina, que es alimentada por una sonda. Sobre todo entiende que los médicos le dan por muerta.
Después de tres días en estado de coma en el que su cuerpo se somete a un continuo deterioro, el 17 de julio un médico – irónicamente apodado “Dr. Sensibilidad” – informa a su esposo que reserve un lugar en el cementerio y empezar a ponerse en contacto con la funeraria. Entiende que es el tiempo de tomar las medidas para el ataúd.
Angele escucha todo. Trata de gritar, pero la suya es una voz silenciosa. Se da cuenta de que su marido le está sosteniendo su mano, pero no tiene fuerza para hacer ninguna seña. Siente dolor cuando los médicos le pinchan un seno, pero no puede hacerse entender que está viva.
EL PADRE NUESTRO Y LA LÁGRIMA
Los médicos están cada vez más insistentes con su marido. Ahora la situación es desesperada, “tenemos que tirar del enchufe”. Un consejo al que Ray se opone (“nunca aceptaría“), mientras que Angèle recita el Padre Nuestro.
El 25 de julio, aniversario de su matrimonio, entra en su habitación Cathy quien le revela que espera el tercer hijo y que le gustaría mucho que su abuela al menos pudiera verlo. Es en ese momento cuando sucede lo inesperado. De los ojos de Angèle brota una lágrima. Una lágrima que permite a su hija advertir a los médicos. A continuación, el movimiento del dedo meñique. En el cuerpo inerte hay vida.
PRIMER DÍA DE PRIMAVERA
Desde entonces Angèle “renace”. Estudios más detallados del cuerpo, que hasta unos momentos antes le mostraban sólo como un cadáver, revelan que sufre el síndrome de Bickerstaff.
La rehabilitación, el período que le lleva a estar totalmente recuperada es largo y arduo. Su esposo le ayuda con constancia, observando el progreso en un cuaderno.
Mientras tanto, poco a poco aprende a explicar sus sentimientos, una pelota que le regala el esposo le ayuda a recuperar la movilidad de las extremidades.
El 14 de agosto, por primera vez, sale de la cama. El lento avance lepermite estar cada menos dependiente de la maquinaria: comienza a hablar, tragar, relacionarse con los demás
El 30 de enero de 2010 está en su casa. El 20 de marzo, el primer día de primavera, sale al aire libre.
SU JOYA
Hoy en día, gracias a la ayuda del periodista Hervé de Chalendar, contó su historia “Una lágrima me salvó”. Un libro en el que Angèle, hablando de su “pequeña experiencia”, advierte sobre los que a menudo, demasiado rápido, consideran a algunos pacientes sólo como “plantas” y no “seres humanos“:
“Una persona puede tener plena conciencia a pesar de aparecer en un estado de coma irreversible”.
Su experiencia le ha enseñado que
“hay que ser capaz de superar su sufrimiento y tener confianza en la vida. Si hoy me siento más frágil de lo habitual, mañana puedo tener fe para superar la montaña”
Sólo tiene una pena: no poder guardar “aquella lágrima”:
“Querría ser capaz de tenerla para siempre, gurdarla en una caja como un joya y poder admirarla de vez en cuando”.
Fuentes: Tempi, Signos de estos Tiempos
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