"El gran obispo Fulton Sheen pasó por un periodo de aridez espiritual en el que rezar se le hacía muy difícil, se sentaba en la capilla sin decirle a Jesús una sola palabra. Como el obispo pensaba que sus horas santas no eran agradables a Jesús se sentía muy desalentado.
Entonces el obispo se acordó de algo. Su pequeño perro tampoco podía hablar. Cuando el obispo se sentaba en su sillón para leer el periódico, su perro se sentaba en el suelo cerca de él haciéndole compañía. Solo estando ahí, a su lado, el perro era para el obispo un gran consuelo y lo hacia muy feliz.
Mientras que el obispo pensaba en esto, recibió una inspiración de Dios. El obispo Sheen era un gran consuelo y muy agradable al Seifior por tan sólo estar ahí con Él en el Santísimo Sacramento, aunque como su perrito, no le decía nada a Jesús mientras permanecía junto a Él.
Me encanta esta historia porque algo parecido le ocurrió a un Sacerdote amigo mío cuando yo era párroco en San Miguel. Mi amigo estaba haciendo su hora santa en nuestra capilla de adoración perpetua. Era un día terriblemente caluroso y se sentía tan cansado y agobiado por el calor que no podía rezar. Sólo permanecer en la capilla en su hora representaba un gran esfuerzo. Se preguntaba si esa hora tendría algún valor, cuando en ese momento entró un gatito blanco.
Hacia tanto calor que alguien había dejado la puerta abierta. Al principio mi amigo pensó cuanto odiaba a los gatos. Luego observó como el gatito pasaba por cada uno de los bancos hasta llegar a la parte de atrás donde mi amigo estaba sentado. El gatito se paró, miró a mi amigo, puso su cabeza sobre su zapato como si fuera su almohada y se acostó a dormir.
Mi amigo se emocionó. El gatito había elegido descansar su cabeza sobre su zapato. Más tarde mi amigo oyó la siguiente inspiración tan fuerte como las campanas de la iglesia en domingo. Si él que odia a los gatos estaba tan contento con uno que eligió estar con él, cuánto más encantado estará Jesús con nosotros, a los que ama infinitamente, cuando elegimos estar con Él.
Mi amigo, al igual que el obispo Sheen, nunca más, se desanimó al sentir que no podía rezar. El solo hecho de estar allí, es una oración de fe, es creer realmente que Jesús está ahí. Es una oración de amor porque uno elige estar con aquellos a los que uno quiere, con los que uno verdaderamente ama.
Jesús permanece día y noche en el Santísimo Sacramento por amor a ti, porque para Él, tú eres la persona más importante en el mundo. Todo lo que está pidiendo es que tú reserves una hora diaria para Él."
Mons. Pepe. Cartas a un Hermano Sacerdote.
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