Ofrecía sus sufrimientos por la Iglesia.
Miles, tal vez tres mil personas se reunieron para dar la despedida a don Fabrizio De Michino joven sacerdote asistente de la Basílica de Nuestra Señora de las Nieves, que dejó este mundo para reunirse con Dios el 1º de enero de 2014. Un río de gente lo siguió cuando el féretro hizo su entrada en la iglesia para ser expuesto al saludo de familiares, amigos y fieles.
El Cardenal Sepe, que presidió la celebración emocionó los corazones de todas las personas con la memoria de Fabrizio.
Fue durante su homilía, que el cardenal leyó una carta escrita de puño y letra por Don Fabrizio hace unos días, dirigida al Papa Francisco y en la cual desgrana sus cinco años como sacerdote, su enfermedad, el amor de Nuestra Señora de las Nieves y la atención a la vecindad en la que operaba.
Fabrizio de Michino, de la diócesis de Nápoles, sufría un extraño tipo de cáncer. Poco antes de su muerte ofreció todo su sufrimiento por el bien de la Iglesia al Papa Francisco.
A Su Santidad el Papa Francisco
Santo Padre,
En las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por el ministerio que el Señor mismo le ha confiado, para que pueda darle siempre fuerza y alegría para continuar anunciando la bella noticia del Evangelio.
Me llamo Fabricio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de Nápoles. Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi servicio en el Seminario Arzobispal de Nápoles como educadordel grupo de diáconos, y en una parroquia en Ponticelli, que se encuentra en la periferia de Nápoles. La parroquia, recordando el milagro sucedido en la colina Esquilino, recibe el nombre de Nuestra Señora de las Nieves y en 2014 celebrará el primer centenario de la Coronación de la estatua de madera del 1500, muy querida para todos sus habitantes.
Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza y alta criminalidad, pero cada día descubro verdaderamente la belleza de ver lo que el Señor realiza en estas personas que se fían de Dios y de la Virgen.
También yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más mi amor confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las dificultades, su cercanía y protección. Por desgracia, hace tres años que me encuentro peleando contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior del corazón y desde hace algún mes, con metástasis en el hígado y en el bazo. En estos años nada fáciles, sin embargo, nunca he perdido la alegría de ser anunciador del Evangelio. También en el cansancio percibo, verdaderamente, esta fuerza que no viene de mí sino de Dios que me permite desarrollar con sencillez mi ministerio. Hay una cita bíblica que me está acompañando y me infunde confianza en la fuerza del Señor, es la de Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26).
En este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el cardenal Crescenzio Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que descanse para no cansarme demasiado.
Agradezco a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me ayudan y sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias, compartiendo conmigo los diversos momentos de inevitable sufrimiento. También mis médicos me apoyan muchísimo y hacen lo imposible para encontrar los tratamientos adecuados para mí.
Santo Padre, me estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor todo esto por el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para que el Señor le bendiga siempre y le acompañe en este ministerio de servicio y amor.
Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que le pido todos los días al Señor es hacer su voluntad, siempre y en todas partes. A menudo, es verdad, no le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote según su corazón.
Seguro de sus paternales oraciones, le saludo devotamente.
Don Fabrizio De Michino.
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