Hijo, preciosa es mi gracia, no sufre mezcla de cosas extrañas ni de consolaciones terrenas. Conviene desviar todos los impedimentos de la gracia, si deseas recibir en ti su influencia. Busca lugar secreto para ti, huélgate de morar a solas contigo, no busques la conversación de ninguno, antes bien ora devotamente a Dios, para que te dé compunción de corazón y pureza de conciencia. Estima todo el mundo en nada, prefiere el vacar a Dios a todas las cosas exteriores, porque no podrás vacar a mí y juntamente deleitarte en lo transitorio. Conviene desviarte de conocidos y de amigos, y tener el alma privada de todo consuelo temporal. Así lo encarga el Apóstol San Pedro; que los fieles cristianos se contengan en este mundo, como advenedizos y peregrinos.
¡Oh cuánta confianza tendrá en la hora de la muerte, el que se siente que no le detiene cosa alguna de este mundo! Mas el alma flaca no entiende aún qué cosa es tener el corazón apartado de todas las cosas, ni el hombre animal conoce la libertad del hombre interior; mas si quiere ser verdaderamente espiritual, conviene que renuncie a los parientes y a los extraños, y que de ninguno se guarde más que de sí mismo. Si te vences a ti mismo perfectamente, todo lo demás sujetarás con facilidad. La perfecta victoria consiste en vencerse a sí mismo, porque el que se tiene sujeto de modo que la sensualidad obedezca a la razón, y la razón me obedezca a mí en todo, éste es verdaderamente vencedor de sí mismo y señor del mundo.
Si deseas subir a esta cumbre, conviene comenzar varonilmente, y poner la segur a la raíz, para que arranques y destruyas la desordenada inclinación que ocultamente tienes a ti mismo y a todo bien propio y material. De este amor desordenado que se tiene el hombre a sí mismo, depende casi todo lo que de raíz se ha de vencer; vencido y sujeto este amor luego hay gran sosiego y paz. Mas porque pocos trabajan en morir perfectamente a sí mismos, y del todo no salen de su propio amor, por eso se quedan envueltos en sus afectos, y no se pueden elevar sobre sí mismos en espíritu. Pero el que desea andar conmigo libremente, es necesario que mortifique todas sus malas y desordenadas inclinaciones, y que no se apegue a criatura alguna con amor de concupiscencia.
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