Ahora que estamos en el mundial de fútbol, son muchos los que confunden las cosas y trastornan el sistema de valores, dando importancia a lo que no lo tiene, y despreciando lo que sí tiene importancia.
¿De qué sirve ganar un partido de fútbol o el mismo mundial, si después uno termina en el Infierno? ¿De qué nos sirve un triunfo en el deporte, si somos perdedores ante los ojos de Dios, porque vivimos en pecado mortal? ¿Qué nos puede importar la Copa del Mundo, si durante ella perdemos a un ser muy querido?
Por eso tenemos que dar a cada cosa su lugar y la importancia que tiene. Porque los poderosos de la tierra saben el atractivo que tiene el fútbol para la humanidad, y no dejan de aprovechar estas ocasiones para hacer el mal, pues la atención del mundo está casi acaparada del todo por el deporte.
Pensemos un poco y abramos los ojos, porque estamos dando importancia a lo que no lo tiene, y despreciando las cosas esenciales de la vida.
¡Cuánto tiempo perdido inútilmente frente al televisor, sufriendo para que nuestro equipo gane un partido de fútbol! ¿Qué pensará el Señor de la atención que le damos a ese partido, y que si se acerca a la atención que le damos a Él en el sagrario, o en la oración?
No está mal que miremos un mundial, pero a no perder de vista lo que verdaderamente importa, a saber: la salvación de nuestra alma y de nuestros hermanos más queridos.
La Escritura dice que hay un tiempo para todo, y que las cosas tienen prioridades. No seamos insensatos y estemos despiertos y vigilantes, porque el demonio nos entretiene con cualquier bagatela, con tal de que estemos como dormidos y distraídos para el bien.
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