Dios ha hecho a la humanidad solidaria, es decir, que los hombres dependemos unos de otros, y ninguno puede decir que se las puede arreglar solo, sino que todos necesitamos en primer lugar de Dios, y en segundo lugar de nuestros prójimos. Así lo ha querido Dios, y así debemos aceptarlo también nosotros. Porque a veces estamos tan enojados con los demás o con nosotros mismos, que querríamos vivir solos y aislados, y hacer las cosas por nuestra cuenta, sin depender de otros. Pero ésa no es la voluntad de Dios, no es el plan de la Divina Providencia.
Y esto lo vemos en las cosas de todos los días. Por ejemplo una persona que está contracturada, necesita de masajes y alivio que le proporcione otra persona, porque los movimientos que uno mismo puede hacer, no son suficientes para aliviar el dolor y el malestar. Y así en todos los órdenes de la vida.
También en la procreación Dios quiere que los hombres se necesiten entre ellos, y los hijos a los padres y viceversa. Y todos formamos una gran familia, la familia humana, y por eso no debemos odiar a ninguno, y hacer todo el bien que podamos, mientras tenemos tiempo. Porque llegará el día de nuestra muerte, y se nos llamará al tribunal de Dios para preguntarnos qué hicimos con el tesoro de tiempo y de cualidades y recursos que la Providencia nos concedió.
¡Gracias a Dios que estamos leyendo este mensaje, que quizás nos sacuda un poco del sopor en que a veces estamos como somnolientos o dormidos, y entendamos de una vez para siempre que quien se salva, no se salva solo; y quien se condena, no se condena solo! Y Dios quiere que lleguemos a las puertas del Paraíso tomados de la mano con muchos hermanos que nos ayudaron y a quienes también nosotros ayudamos.
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