"Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado" (Jeremías 26:13).
Cuando Herodes oyó hablar de Jesús, pensó que Jesús era en realidad Juan el Bautista (Mt 14:2). A Herodes lo debió de haber estado atormentando un sentimiento de culpa por decapitar a Juan. Este infierno de culpabilidad se debió a un asesinato, el cual, a su vez, fue provocado por la soberbia y la lujuria (ver Mt 14:3). La lujuria de Herodes provenía del resentimiento o algún otro pecado capital.
Al pecar, uno entra en el círculo vicioso de la esclavitud del pecado; uno acaba engañándose a sí mismo, odiándose a sí mismo, ciego, anoréxico y paralizado espiritualmente. En definitiva, "el salario del pecado es la muerte" (Rom 6:23). Si abordamos el tren del pecado, haremos cosas que consideramos "enfermizas", pervertidas y pervertidoras. Nos llevará a lugares a los cuales nunca hemos querido ir. En definitiva, podemos ir al infierno.
Por lo tanto, ama a Dios y odia el pecado (ver Eclo 17:21). Resiste las tentaciones de pecar - incluso hasta el punto de tener que derramar tu sangre (Heb 12:4). Si has pecado, arrepiéntete inmediatamente. Ve y confiésate. Considera este sacramento un gran regalo, el cual puedes recibir al menos mensualmente. Sé un ministro de la reconciliación (2 Co 5:18): ama a los pecadores; odia el pecado; y llama a los condenados por el pecado al arrepentimiento (ver Jn 16:8). Sobre todo, dale gracias a Dios siempre y para siempre por ser el Cordero de Dios sacrificado que quita el pecado del mundo (Jn 1:29).
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