El canto y la música son de vital importancia en cualquier fiesta y celebración; y no menos en las celebraciones eclesiales. Una celebración, especialmente una eucaristía, sin canto se podría comparar fácilmente con un día lleno de niebla; es de día, pero le falta algo para estar lleno de vida de luz y de color, para ser alegre. El canto, y el canto litúrgico, siempre se ha visto y, no solo por la Iglesia, como un tesoro de gran valor; y el canto, solo o acompañado por la música, será más santo cuanto más esté íntimamente unido o bien integrado a la acción litúrgica.
Por esta razón, los cantos que se escojan para la Eucaristía deben ser lo más idóneos a la celebración teniendo en cuenta el momento de la misa y el ciclo litúrgico, es decir en la misa y en las demás acciones litúrgicas cada canto tiene su sentido y su lugar. Los cantos, especialmente en la misa, no son un simple accesorio o adorno, para quedar bien o para que la celebración salga bonita, sino que son oración hecha música, es orar dos veces como dice San Agustín. San Agustín en su comentario sobre el Salmo 73, dijo: “Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor”.
El canto litúrgico sirve pues para expresar todo tipo de oración: de liberación, de sanación, de reconciliación, de alabanza, de perdón y de petición. Y los textos destinados al canto deben estar de acuerdo a la doctrina católica, es decir, aprobados por la conferencia episcopal del país. Dicha aprobación garantiza que los cantos son tomados principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas; pues se han presentado abusos de cantar en la misa canciones románticas y sobre todo en los funerales.
No se debería cantar cualquier canto en cualquier momento de la misa. De consecuencia nadie puede cambiar la liturgia quitándole o añadiéndole alguna cosa por iniciativa propia, aunque sea el mismo sacerdote celebrante. En el Sínodo de la Eucaristía del año 2005 en el documento final, en su número 25 dice: “Al igual que todas las expresiones artísticas, también el canto deber estar en íntima armonía con la liturgia, contribuir eficazmente a su fin, o sea que debe expresar la fe, la oración, la maravilla, el amor por Jesús presente en la Eucaristía”. Por lo tanto es importante estar evangelizado para poder entender el sentido de cada momento y así preparar el canto.
Se recomienda a sacerdotes y fieles que antes de empezar la Celebración Eucarística se puedan reunir para escoger los cantos más apropiados, para ensayar y/o aprender cánticos nuevos. Incluso es una oportunidad para crear un clima de oración en la transición de la calle a la misa. Esto les posibilita como asamblea, participar con fruto y formar una verdadera comunidad.
La improvisación empobrece nuestra posibilidad de alabar al Señor, dando la sensación de que Dios y la misa no son importantes. Para que el canto y la música tengan en la celebración de la comunidad el lugar que les corresponde, es necesaria una buena preparación litúrgica y musical de quienes componen el coro, y que éste sea siempre un servidor de la asamblea, no para crear espectáculo quitándole al Señor y a la oración su protagonismo y lugar central.
¿El Padrenuestro cantado?Antes que todo es muy importante acentuar que antes de recitar o cantar el Padrenuestro el sacerdote dice a los feligreses: “Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, NOS ATREVEMOS a decir…”. ¿Qué se quiere decir con esto? Que esta oración (recitada o cantada) se ha de hacer con máximo respeto, decoro, solemnidad. Nos obliga a revisar en profundidad nuestra situación delante de Dios y de los hombres. Por lo mismo debemos hacerlo con mucha devoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario