10 de Diciembre de 1976
SANTO TEMOR DE DIOS
Hijo mío, escribe,
Si Dios pudiera cambiar sus enseñanzas, no sería ya Dios; la Palabra de Dios no se muda, no cambia ni cambiará jamás; ella es
eterna como Dios. Ahora bien, Dios ha dado a los hombres una norma de vida, el mandamiento del amor, pero también ha dicho
que el amor a Dios debe estar unido al Temor de Dios.
Así como el amor es un don que es preciso pedir sin interrupción, así también es un gran don el temor de Dios.
¡Teme al Señor
que pasa! Pero los hombres de esta generación verdaderamente perversa han alterado todo e intentan demoler todo.
Del temor de Dios hoy no se habla ya, se habla del amor de Dios, pero del temor no, porque dicen que el temor no se concilia ni
puede conciliarse con el amor así como encuentran inconciliable en su necedad la Justicia y la Misericordia, encuentran
inconciliables el Amor y el Temor de Dios. En suma hoy se aceptan las cosas que son cómodas y se rechazan las que son
incómodas.
Esta es la absurda postura que pastores, sacerdotes y cristianos han adoptado con relación a Dios y en esta absurda postura es
evidente la insidia del enemigo que se propone demoler a Dios en el ánimo de los hombres, sirviéndose de la necedad de ellos
mismos, demoler el edificio de la Iglesia, desmoronando piedra por piedra; ¿quién habla hoy del Temor de Dios? ¿Quién habla ya
de la Justicia Divina? ¿Quién habla de la presencia de Satanás en el mundo, que con sus legiones rebeldes guía la lucha contra
Dios y contra los hombres, encontrando por desgracia colaboradores entre estos últimos, aún entre almas consagradas no excluidos
los Obispos?
Ay de aquellos que desafían la ira de Dios
Dios es terrible en su ira, ay de aquellos que desafían la ira de Dios guareciéndose en la cómoda concepción de que en Dios sólo
hay amor y misericordia.
Muchos condenados quisieran poder volver atrás para reformar sus conceptos ahora que ven y comprenden con toda claridad el
astuto engaño de Satanás y de su feroz maldad.
Hay una voluntad permisiva que explica sumamente bien la indignación del Señor por su pueblo infiel: guerras, revoluciones,
epidemias, terremotos y tantas otras innumerables calamidades vienen del demonio, pero permitidas por Dios, por Sus
providenciales y sapientísimos fines.
Los setenta años de esclavitud babilónica fueron permitidos por la indignación que los muchos pecados del pueblo hebreo habían
provocado; la destrucción de Sodoma y Gomorra no fue de Dios, ningún mal viene de Dios jamás, sino siempre del infierno con la
complicidad y perversión humanas. Sodoma y Gomorra y otros innumerables castigos, fueron puniciones no promovidas, sino
permitidas por Dios para el arrepentimiento de los hombres.
El mismo diluvio universal fue provocado por el infierno con la complicidad
de los hombres corruptos.
El amor no puede permitir el exterminio de la humanidad
Los hombres dicen que no temen a Dios; esto es una tremenda blasfemia cuyas terribles consecuencias se purgan en esta tierra y
más allá de la vida terrena como en los tiempos pasados.
Tiempos de ceguera, tiempos de oscuridad, porque son tiempos de soberbia. Este hombre, menos que gusano que se arrastra en el
fango y en el polvo de la tierra, que tiene la duración de un día, osa desafiar enorgullecido por su ciencia y su tecnología al
Creador y Señor del universo.
¿Hasta cuándo, hijo mío?
Yo soy el Amor. El Amor no puede permitir el desastre de la humanidad querido por Satanás.
Yo soy el Amor Eterno e
inmutable, por lo que no puedo querer la ruina eterna de las almas.
El infierno será derrotado; mi Iglesia será regenerada; mi reino que es reino de amor, de justicia y de paz, dará paz y justicia a esta
humanidad sojuzgada por las potencias del infierno que mi Madre derrotará.
El sol luminosísimo resplandecerá sobre una humanidad mejor; ánimo pues, no temas a nada.
Reza y repara, ofrécete a ti mismo a Dios.
Te bendigo
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