REDACCIÓN CENTRAL, 28 Abr. 15 / 12:20 am (
ACI).- “A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”, decía San Luis María Grignon de Montfort, el “
esclavo de María” que propagó la devoción a la Virgen y por lo cual tuvo que padecer mucho. San
Juan Pablo II tomó de él su frase mariana “Totus Tuus” (Todo tuyo) como lema de su pontificado.
San Luis nació en Montfort (Francia) un 31 de enero de 1673. Era muy tímido, prefería la soledad y tenía gran devoción por la Eucaristía y la Virgen María. Para ir a
Misa tenía que caminar dos millas hasta la
Iglesia. Cuando estudiaba con los jesuitas, visitaba el templo antes y después de clases.
A los 20 años siente el llamado a la
vida sacerdotal. En el seminario de París, el ser bibliotecario le permitió leer muchos libros de la Virgen María, y como velador de muertos comprendió que todo en este mundo era vano y temporal.
Los superiores no sabían si tratarlo como un santo o como un fanático y pensando mal de él, lo mortificaban, humillaban e insultaban en frente de todos. Era incomprendido por sus compañeros, quienes se reían de Luis y lo rechazaban. Pero el santo se mantenía firme en la paciencia como participación de la
cruz de Cristo.
A los 27 años es ordenado sacerdote, escogiendo como lema: “ser esclavo de María”. Los superiores sin saber qué hacer con él, le negaron que ejerciera la confesión y predicación, manteniéndolo con oficios menores.
Más adelante estuvo en un pueblo enseñando
catequesis a los niños y luego fue nombrado capellán del Hospital de Poitiers, asilo para pobres y marginados. Su simplicidad y naturalidad para servir a los necesitados junto a las enseñanzas marianas que propagaba hicieron que fuera visto como un peligro.
Cuando vuelve a París, crean falsos testimonios contra él, sus amigos más íntimos lo rechazaron y el Obispo lo mandó callar. Luego comprendería la razón de los ataques a la doctrina mariana que propagaba: el demonio lo aborrecía.
San Luis acude al Papa Clemente XI para saber si estaba errado en sus enseñanzas, el Pontífice lo recibe y le da el título de Misionero Apostólico.
De esta manera realizó cientos de misiones y retiros que se caracterizaron por el rezo del
Santo Rosario, procesiones y cánticos a la Virgen, animando a retornar a los
sacramentos. “A Jesús por María”, era su propuesta.
En este contexto fue perseguido también por los herejes jansenistas, que decían que no se debía recibir casi nunca los sacramentos porque nadie es digno.
Fundó las congregaciones “Hijas de la Sabiduría” y los “Misioneros Montfortianos (Compañía de María)”.
Escribió el “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”. Algunos pensadores católicos llegaron a considerar esta obra como una exageración al culto de la Madre de Dios, pero la Iglesia no encontró ningún error.
San Luis partió a la Casa del Padre el 28 de abril de 1716 con tan sólo 43 años. Fue enterrado en la Iglesia de Saint-Laurent. 43 años después, la Beata María Luisa de Jesús, la primera de las “Hijas de la Sabiduría”, murió el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar que San Luis. Luego fue enterrada al lado de Montfort.
Siglos después, San Juan Pablo II lo tomó como referencia en su encíclica “Redemptoris Mater” y visitó la tumba de San Luis, a pesar de que sembraron una bomba junto al nicho y que fue descubierta providencialmente.
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