3 de Diciembre de 1977
MI IGLESIA
Bella, pura, revestida de candor y de amor, es así como la quiero, y así será
Escribe hijo mío,
soy Yo, Jesús, que te pido volver a tomar la pluma en tu mano; lo que está sucediendo en mi Iglesia, en la que por otra parte no
faltan almas estupendas, es verdaderamente abominable.
En mensajes precedentes tuve bastantes veces ocasión de decirte que si te hubiese hecho ver lo que está tras la fachada de mi
Iglesia habrías muerto al instante: un infame connubio, una nauseabunda intriga de mis ministros, de mis fieles y hasta de Obispos
con las fuerzas oscuras del mal, es sólo un trágico aspecto de esta desoladora realidad, es la desolación de la desolación,
desolación grande que requiere una enérgica intervención y una anticipación de los tiempos.
Hijo, soy el Esposo consumido por el deseo de encontrarse con la Esposa en el día de las bodas, soy el Esposo que arde en el
deseo de sacar a su Esposa del fango en el que ha sido arrojada, para recuperarla bella, pura, revestida de amor y de candor; es así
como la quiero y así es como será mi Esposa del mañana, ay de aquellos que atentaren contra su candor; soy celoso de ella y no
permitiré que sea ulteriormente ultrajada.
Es cosa verdaderamente paradójica y absurda
Mi Iglesia regenerada no deberá ya someterse a la vejación de la soberbia de hombres vueltos esclavos de las potencias oscuras
del mal; hijo mío, la lucha conducida por el Príncipe de las tinieblas sirviéndose de la concepción materialista de la vida, ha puesto
a la iglesia, y no sólo a la Iglesia, sino a la humanidad entera, en un callejón sin salida, que no puede sino desembocar en la más
tremenda tragedia de la historia del género humano, tragedia sin precedentes, te afirmo de nuevo, es cosa verdaderamente
paradójica y absurda, que la humanidad camine con tanta ligereza hacia una catástrofe tan inmensa.
La exaltación de la materia, en todos sus varios aspectos y sectores; la glorificación de la fuerza bruta, la divinización de todo lo
que es corruptible, el desprecio de todos los valores del espíritu inmortal, que no perece y nunca perecerá, el desprecio de las
conquistas del espíritu, razón y finalidad de la Primera y de la Segunda Creación, son consecuencias lógicas del precipicio en el
que la Iglesia y pueblos de la tierra están por abalanzarse.
En mi Iglesia regenerada, la vida individual, familiar y social de los hombres deberá ser desbrozada de todos esos falsos y
engañosos bienes por los que los hombres y los pueblos se fatigan, luchan y mueren, cosechando la triste realidad del pecado, es
decir, la condenación eterna; esto, hijo mío, es locura, como loco es también quien ha llevado esta locura a la tierra, la vida del
género humano en la tierra será redimensionada, sea en el número, sea en la insaciable sed de siempre nuevas exigencias.
Pobre humanidad... serás salvada, no por tus méritos ¡y a que precio!
Hijo, serán los hombres mismos los que con sus manos destruirán éste su civilización de la materia, de las cosas materiales,
ignorando que la verdadera civilización no es de las cosas materiales sino del espíritu inmortal. No será a Mí a quien se deberá
imputar la destrucción de su nauseabunda civilización pagana que los está llevando a la ruina extrema, a las brutales violencias, a
la exaltación del delito, a la legalización del delito, mira el aborto, presentado como conquista social…
No a Mí, hijo mío, no a
Mí, sino únicamente a su necedad se deberá la hora tremenda de la purificación.
La Iglesia, renacida a nueva vida no intrigará más con el pérfido materialismo, elogiado y exaltado en unánime coro con todos los
medios de comunicación, prensa, radio, cine, teatro, como un pseudo arte sin inspiración y de otras mil maneras.
Esta civilización
pagana, definida también como civilización de consumo, todo lo ha desacralizado, todo lo ha arrollado, todo lo ha profanado y
violado, la naturaleza, sus inmutables leyes, los mares, los ríos, los lagos, todo lo ha contaminado y envenenado; esta civilización
de la materia ha roto la armonía del mundo del espíritu y ha quebrado el equilibrio del mundo físico.
Pobre humanidad... serás salvada, no por tus méritos, ¡y a qué precio! Serás salvada por la Bondad Divina que te ha creado, te ha
redimido y te ha santificado.
Reza, hijo mío, ámame; te bendigo.
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