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Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote
No podemos. Esto es lo que hay que decirle al Partido Popular después de su decisión de no seguir adelante con una ley del aborto que, aunque mala, significaba una mejora con respecto a la anterior. No podemos votar a ese partido. No veo otra solución para un católico consciente y coherente.
Si ellos dicen que no pueden cambiar la ley porque no hay consenso -como si hubiera habido consenso para aprobar la ley actual- nosotros no podemos votarles a ellos. Ellos no pueden y nosotros tampoco. Cualquier otra postura por parte de los católicos significaría no sólo la renuncia definitiva a la defensa de la vida en el ámbito político -que es donde se aprueban las leyes- sino también su desaparición de la escena pública como fuerza minoritaria con alguna capacidad de influencia. O nos negamos a votar al PP o se acabó la presencia católica en la vida pública. Es verdad que hay otros asuntos muy importante en este momento a debate, como la unidad de España o la recuperación económica, y es verdad que debilitar al PP a quien va a beneficiar es a la izquierda -con lo que el aborto será aún peor y lo otro no digamos-, pero aún así no creo que se pueda votar al Partido Popular sin transformar a los católicos en unos votantes cautivos a los que no se tiene en cuenta para nada.
Ahora bien, esto deja abierta otra cuestión: ¿A quién votamos los católicos? El PP había sido visto por muchos como un "mal menor". Ahora, aunque no sea más que por dignidad, al PP no se le debe votar. ¿Y entonces a quién? Naturalmente, no se puede votar a los partidos que están más a la izquierda del PP, ni tampoco aconsejo hacerlo a Podemos, que es posiblemente una reedición del antiguo partido comunista con tintes de modernidad. Es verdad que hay partidos que hasta ahora no han tenido representación parlamentaria y que están más en sintonía con los valores que nosotros defendemos. Pero ¿no será eso tirar el voto? ¿Nos queda otra alternativa?
Me hago preguntas para las cuales en este momento no tengo una respuesta clara, porque lo que acaba de hacer el Partido Popular no es sólo dejar de lado a los defensores de la vida humana, sino condenar a muchísimos católicos al ostracismo político, a salir del sistema bien mediante la abstención o siendo votantes de partidos meramente testimoniales, sin ninguna incidencia en el gobierno del país. Esto hace aún más culpable al PP, que de golpe lanza a millones de españoles a la nada y les quita la única posibilidad que tenían de sentirse representados en la vida pública, aunque fuera a través de un partido al que siempre se consideró como un "mal menor" y nunca como un bien. Dios quiera que los católicos sinceros que están en el Gobierno, en los Ayuntamientos o en las Autonomías, dejen ese Partido para formar otro o unirse a otro que dé esperanzas a los votantes católicos.
Mientras tanto, tendremos que avanzar por este desierto, como el pueblo de Israel lo hizo por el Sinaí, hasta encontrar un partido con un mínimo de posibilidades de tener representación parlamentaria con el que podamos sentirnos al menos en lo esencial identificados. Hay millones de votos católicos esperando a que alguien los recoja, porque el Partido Popular los ha despreciado y los ha tirado a la basura. Como decía hace unos días Benigno Blanco, uno de los más valientes defensores de la vida: "Señor Rajoy, perderá usted las elecciones después de perder el honor, por no haber cumplido su promesa electoral de reformar el aborto". Nosotros los católicos preferimos irnos al limbo político, a la nada, antes que seguir confiando en quien no lo merece. No sabremos a quién votar, pero sí sabemos a quién no votar y el PP está entre ellos.
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