Queridos amigos:
Hoy celebramos la fiesta de JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE. Fue el Papa Pío XI quien primero instituyó esta Misa el 20 de diciembre de 1935, y más tarde pasó a ser FIESTA. Conmemoramos así el Sacerdocio de Cristo del cual participan los miembros del clero como ministros y sacerdotes del pueblo de Dios, a ejemplo de nuestro Señor, Un día importante para contemplar a Jesús sentado a la derecha del Padre para interceder siempre por la humanidad, y a los sacerdotes como ministros de Cristo al servicio del pueblo.
Cuando abrimos el Evangelio nos quedamos admirados al leer cómo Jesús compartió su vida en medio del pueblo, rodeado siempre de gente que le buscaba, le escuchaba, y le suplicaba; sensible siempre al sufrimiento de las personas; cómo compartió las alegrías y disfrutó de la amistad; cómo lloró por tres veces la muerte de su amigo Lázaro y defendió con valentía la verdad y fustigó la mentira e hipocresía; cómo acogió y perdonó con infinita misericordia a los pecadores. Jesús vivió para los demás y para hacer el bien a todos. Jesús vivió para lavar los pies de la humanidad de toda clase de suciedad física y moral. Su vivir fue un vivir para Dios sirviendo a los hombres. Él mismo dijo “no he venido a ser servido, sino a servir y dar mi vida en rescate por muchos”.
¿Y ahora? Sabemos que Jesús subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre, pero “para interceder siempre por nosotros”. Jesús no se ha ido del mundo para desentenderse de los hombres, sino que sigue haciendo lo mismo que hizo cuando vivió en el mundo. La misión de Jesús no terminó con la Ascensión a los cielos, sino que la sigue realizando igual. No nos dejó solos y huérfanos. Él ahora está vivo y operante por medio del Espíritu Santo y sus ministros ordenados a quienes les encargó “hagan esto en memoria mía” y “vayan al mundo entero, bauticen y enseñen a guardar lo que Yo les he dicho” y “yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. Jesús está entre nosotros, Él vive hoy y da su Espíritu a todos.
El Sacerdocio de Jesús lo visibilizan ahora los ministros ordenados: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes para que vayan y den fruto y su fruto sea duradero”. Los ministros ordenados hacen presente a Jesús a través de su vida y ministerio. Ellos han sido llamados, elegidos y ungidos para ser las manos, los pies, los labios y el corazón de Jesús Sacerdote Eterno. Debemos descubrir en su ministerio la presencia santificadora, salvadora e intercesora de Jesús en favor de todos los hombres.
El Papa Francisco decía en una Misa Crismal: “Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración para que sean siempre pastores según el Corazón de Dios”.
José Luis Latorre, Misionero Claretiano
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