4 de Diciembre de 1977
MI IGLESIA
Deberá ser radicalmente reestructurada
Escribe, hijo mío, soy Jesús.
Cuántas cosas serán quemadas en mi Iglesia en la Hora de la Purificación. Sí, hijo mío, he dicho: quemadas, y una cosa quemada
quiere decir reducida a cenizas, quiere decir destruida, aniquilada y, por lo tanto, no sirve ya a los hombres.
Hablo de muchas
estructuras, materiales y no materiales. Mi Nueva Iglesia, como tantas veces te lo he dicho, deberá ser radicalmente
reestructurada y aparecerá de nuevo con aquellos primeros rasgos que Yo le di a través de mi Madre y de mis Apóstoles.
Mi Madre Santísima después de mi Resurrección permaneció en la tierra; Ella, junto Conmigo Corredentora, continuó con mis
Apóstoles - Regina Apostolorurn - generando a mi Iglesia en la sencillez, en la humildad, en el amor y en el dolor; es evidente,
hijo mío, que debe permanecer intocable e inmutable el patrimonio de la Revelación, al que presunción y orgullo humanos
quisieran modificar, amputar y transformar, y éste es un delito imperdonable, ésta es soberbia equiparable sólo con la de Satanás
y esta soberbia está en el espíritu de pseudo teólogos, de bastantes Obispos, de innumerables Sacerdotes y consagrados, todos los cuales se arrogan el absurdo derecho de interpretar según su arbitrio la Palabra de Dios, de plegarla y someterla a las exigencias
de los tiempos; por lo que, lo que ayer era, hoy ya no es, y esto sólo por el mudarse de los acontecimientos humanos; no es nueva
esta herejía, cuántos se hicieron paladines de ella, sobre todo los protestantes con la contrarreforma.
Hijo, lo que es de Dios no se manosea ni se cambia, y quien osa hacerlo desafía a Dios. ¿Y quién es el hombre para ponerse en
contra de Dios y osar desafiarlo?
Mira la simplicidad de mi vida terrena
Instrumentos de Satanás... sí que los hay, pero Yo los dispersaré. Son ellos menos que un puñado de polvo que el viento
dispersará, para que ni siquiera el recuerdo de ellos quede. Han abusado y están abusando jactanciosamente de mi Misericordia, de
mi Paciencia y de mi Longanimidad divina, y esto empeorará su suerte.
Mi Iglesia será redimensionada, como redimensionada será la humanidad entera, le será restituido su rostro primitivo y destruido
el rostro tumefacto y desfigurado que le han dado los hombres.
¿Cuántas veces, hijo mío, te he dicho que Yo, Dios, soy infinitamente simple y que simples quiero todas las cosas? Detesto el
orgullo humano que por prestigio personal tiende a hacer complicado y complejo lo que por su naturaleza es simple.
Esta
impronta de simplicidad el hombre sabio la descubre en todas las cosas; ella constituye mi divino sello.
Hijo mío, considera y medita: Gran Misterio fue y es el de la Encarnación, pero fíjate bien con cuánta simplicidad Yo lo he
manifestado al mundo.
Considera también la simplicidad de la familia de Nazaret, prototipo de todas las familias; quedan
estupefactos los ángeles del cielo y los grandes de la tierra, como los Magos del lejano Oriente, mira y observa también, hijo, la
simplicidad de toda mi vida terrena, qué lejana de las intrigas, de las conjuras, de las ambiciones, de la avidez de los Sacerdotes
del Templo, que no pocos puntos de convergencia tienen con hombres de Iglesia de esta generación materialista.
¡Será el hombre, justiciero de sí mismo!
Oh hijo mío, un fuego caerá del cielo, querido y provocado por el hombre, por la soberbia del hombre y convertirá en cenizas todo
cuanto ha sido envenenado y contagiado por el hombre, y así será el hombre mismo justiciero de sí mismo; paradójico, pero
verdadero.
Están ya marcados aquellos que escaparán al fuego destructor, que limpiará a mi Iglesia y a la humanidad de la suciedad
de la que están empapadas; serán destruidas todas las estructuras que han brotado de la soberbia y de la locura humana y que han
hecho a humanidad e Iglesia abominables ante la mirada de Dios.
Animo, hijo, subirás a Mí cuando todo sea consumado, cuando pueblos e Iglesia caminarán unidos juntos, en paz y fraternidad, en
la simplicidad de Dios, Creador y Señor de todas las cosas.
Hijo, los Santos Padres, los santos y grandes Doctores de la Iglesia jamás se hubieran permitido disentir del juicio autorizado de los
que por el Querer divino son los únicos custodios e intérpretes legítimos del Patrimonio de la Revelación; en otras palabras, nunca
habrían contestado el legítimo Magisterio de la Iglesia, única Maestra,
Custodia e Intérprete de la Divina Palabra; es clara y
manifiesta mala fe, no justificable en ninguno y mucho menos en los Pastores, sacerdotes y consagrados en general, el afirmar que
la Palabra de Dios, como Dios eterno e inmutable, pueda ser adaptada a tiempos mudables, como mudables son los hombres a todo
rumor de viento.
¿Cómo es posible ignorar que Dios, Suma y Eterna Verdad, ni muda, ni puede mudar?
No es Dios ni su Palabra quienes han de
plegarse al hombre, sino que es el hombre el que siempre y en todas partes "debe" plegarse a Dios.
¿Cómo es posible ignorar que entre todos los vivientes, visibles e invisibles, sólo el hombre en camino sobre la tierra puede mudar?
Hijo, es siempre Satanás quien empuja al hombre a sustituirse a Dios, para sustraerlo a Dios y empujarlo hacia el abismo de la
perdición.
Ahora basta, hijo, te bendigo; ámame, reza y ofréceme tus sufrimientos.
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