2 de Diciembre de 1977
MI IGLESIA
Se toma interés en todas las actividades del hombre
Escribe hijo,
la actividad de mi Iglesia no está limitada a algunos aspectos de la vida humana del cristiano en la tierra. El cristiano, como
persona singular, como miembro de la comunidad familiar, social y eclesial, es el objeto y la finalidad de toda la actividad humana
y divina de la Iglesia.
Por eso todas las estructuras en las que el cristiano se mueve, trabaja y vive, son también objeto de la
actividad eclesial.
El querer limitar el campo de acción de la Iglesia sólo a algunos aspectos de la vida del cristiano para excluir
otros, sería atentar contra la soberanía de la Iglesia; sería alterar su naturaleza, lo que equivale a frustrar en ella los fines para los
que Dios la ha querido y la ha puesto en el mundo.
El que osare hacer esto, llegaría a ponerse en abierto y estridente contraste con Dios; retrocedan aquellos que fueran tentados a
hacerlo; mi Iglesia se toma interés en todas las actividades del hombre, sean públicas o privadas.
Es tarea de mi Iglesia vigilar sobre las almas individualmente y sobre todas las estructuras en las que las almas viven; defenderlas y
protegerlas de todos los peligros que amenazan en ellas y atacan la integridad moral y doctrinal.
La tarea y la responsabilidad de mi
Iglesia es verdaderamente grande, por lo que ella deberá vivir en continuo estado de alerta, pues las fuerzas del mal, del Infierno y
de la tierra, rodean de asedio por todas partes, por eso siempre deberá defenderse con medios adecuados que no le faltan, como no
le puede faltar la asistencia del Espíritu Santo, por lo que nunca le disminuirá la ayuda divina necesaria, si, en la fe, va a querer
guardarse de las envidias y de las sutiles astucias de sus enemigos.
Nada le puede ser indiferente de todo lo que es inherente a la vida del hombre
Grande y grave tarea de mi Iglesia en el mundo: Con su presencia, con su mandato y con los medios de que dispone deberá
santificar la vida de los cristianos, y el ambiente en que ellos viven. Nada le puede ser indiferente de todo lo que es inherente a la
vida del hombre: familia, escuela, prensa, cultura en general y todas las estructuras en las sostiene la civilización.
No es lícito a nadie cerrar el paso a la fecunda actividad de mi Iglesia. El hacerlo sería oponerse a Aquel que en Su Omnipotencia y
en Su Providencia, a precio de su Sangre Divina, ha hecho de la Iglesia, un sacramento de salvación para todos los hombres.
Convénzanse los hombres de ello, de una vez para siempre, que en la raíz de toda opresión a mi Iglesia está siempre Satanás, su
irreductible e implacable enemigo, pero si no se cree en el enemigo o uno no se preocupa de identificarlo, no lo podrá jamás
vencer…
El hombre está en el centro y es objeto y víctima...
Quien obra contra mi Iglesia, lo quiera o no, es un directo colaborador de Satanás que actúa al mismo paso con Satanás en el
odio inextinguible que Satanás alimenta y favorece de todos los modos contra Cristo; he dicho todo esto porque todos vosotros
debéis saber, y, de este conocimiento sacar motivo para no ser arrastrados por el error y por el mal.
No se puede servir simultáneamente a dos amos que tienen intereses opuestos en este mundo de luz y de tinieblas, de vida y de
muerte, de verdad y de errores, o se sirve a Dios, o se sirve a Satanás, no hay otras vías alternas; o Dios Omnipotente,
Omnisciente, Dios Amor eterno infinito, increado,
Dios que es Luz, o Satanás primer rebelde, oscuridad, odio, división, soberbia,
homicida, generador de tinieblas, fomentador de errores, de herejías y de cualquier otro mal.
El hombre está en el centro, es objeto y víctima de esta situación, el hombre libre e inteligente es el único capaz de elegir entre
estos dos polos: O con Dios en la vida sin fin, en la luz, en la verdad, o con Satanás, que en sí encierra todos los males.
Esta es la gran realidad histórica en la que el hombre se inserta al venir a este mundo.
En mi nueva Iglesia esta realidad constituirá
el núcleo central y fundamental del cual a nadie le será lícito, o permitido en forma alguna separarse.
Por hoy basta, hijo mío, reza, repara y ámame siempre.
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