Hay personas a las que les encanta vivir en la ilusión. Como a los niños que piensan que el mundo es una fábula. Pero Jesús nos invita a hacernos mayores, a ser adultos, a tomar libremente nuestras decisiones pero también a ser responsables de ellas. De lo que hagamos con nuestra vida somos responsables. No podemos decir siempre que no nos dimos cuenta.
Hace poco vi una película que ponía muy de manifiesto esta realidad. Un grupo de chicas en un instituto (o high school) deciden montar una empresa para cuidar a los niños de las familias que lo necesiten. Así ganan un dinero extra. Pasa que a veces el dinero hace crecer la avaricia. Y al poco tiempo se dan cuenta de que pueden ampliar el negocio y ofrecer a los padres (solo a los padres) otro tipo de servicios que son mucho más rentables. Como casi siempre pasa, todo va bien hasta que... hasta que alguien se entera, se publica, se entera la policía, interviene el director del instituto y explota la bomba. Problemas con sus familias, matrimonios destrozados y todas las consecuencias que trae un asunto como ese. ¿Cómo reaccionan las chicas? Pues les sale el niño pequeño que llevan dentro. Todo es lamentarse, decir que no lo habían pensado, que no querían hacer daño a nadie, que se les había ido de las manos. En la película algunas de las chicas superan esta primera reacción y terminan creciendo y madurando como personas: asumen su responsabilidad, asumen las consecuencias de sus actos. Piden perdón y ponen todo su empeño por empezar de nuevo desde el punto donde ellas mismas, con sus errores, se han colocado.
Pero hubo un momento en que todo era felicidad. El negocio funcionaba, tenían mucho dinero y aquello parecía que iba a durar para siempre. Ese era precisamente el momento en que pensaban que se habían construido una casa. Pero lo habían hecho sobre arena. Y la casa terminó cayendo estrepitósamente.
Jesús nos invita a vivir nuestra propia vida desde la honestidad. Pero esa honestidad tiene que hacerse verdad, en primer lugar, con nosotros mismos. Tenemos que ser capaces de decirnos la verdad, de llamar a las cosas por su nombre. De mirar de frente a las consecuencias de nuestros actos. Sólo desde ahí podremos crecer en el seguimiento de Jesús. Sólo así construiremos sobre roca. Y viviremos como Dios quiere que vivamos: como personas adultas, libres y responsables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario