(Cathobel/InfoCatólica) Los obispos belgas abordan en su carta la cuestión de la comunión para los divorciados vueltos a casar, asunto que se plantea en el capítulo ocho de Amoris Laetitia. Si bien afirman que «la indisolubilidad del matrimonio pertenece al tesoro fundamental e irrevocable de la fe de la Iglesia», también subrayan que, según el Papa, no hay que tratar cada situación de la misma manera. Sin ambajes, reafirman que los divorciados vueltos a casar son parte de la Iglesia y precisan que, en relación con esta cuestión, el Papa Francisco ha considerado el necesario discernimiento como un concepto central para el enfoque que hay que utilizar.
Claramente, el episcopado belga adopta una posición de apertura en cuanto a las palabras del Papa: «No se puede decretar que todos los divorciados vueltos a casar pueden recibir la comunión. Tampoco se puede decretar que ninguno pueda hacerlo. El camino de cada persona requiere el discernimiento necesario para tomar una decisión pastoral en conciencia». Y añaden que toda la pastoral debe estar orientada en torno a tres conceptos básicos: el acompañamiento, el discernimiento y la integración. Los obispos piden que, en este proceso de discernimiento, las personas puedan contar con un acompañamiento pastoral, en diálogo con un sacerdote, un diácono u otro agente de pastoral.
«Amoris Laetitia abre claramente una puerta a los divorciados vueltos a casar para que puedan recibir la ayuda de los sacramentos. Pero esta decisión, al igual que los demás creyentes, no pueden tomarla a la ligera», escriben los obispos de nuestro país, llamando a releer lo que el Papa propone como criterios. «En un proceso de discernimiento como ese, es importante el juicio de la conciencia de los involucrados, así como el de los responsables pastorales».
Por último, los miembros del episcopado belga hacen hincapié en el peso que otorga el Papa Francisco a la decisión tomada en conciencia por los creyentes: «(...) Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas» (AL 37).
A la vez que indican que un proceso de discernimiento no conduce a un sí o un no automático con respecto a la posibilidad de recibir la comunión, los obispos admiten que también es posible que alguien se decide en conciencia a recibir la Eucaristía. Y para ellos, la respuesta es obvia a la luz de Amoris Laetitia: «Esa decisión también merece respeto. Entre el laxismo y el rigorismo, Francisco eligió el camino del discernimiento personal y de una decisión tomada con cuidado y en conciencia».
Finalmente, como obispos de su país, quieren expresar su agradecimiento por Amoris Laetitia y por el camino que el Papa Francisco indica a la Iglesia: «no renunciar al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino» (AL 308).
Enseñanzas contradictorias entre obispos de todo el mundo
Otros obispos, sin embargo, han optado por permanecer fieles a la doctrina católica. Es el caso del
arzobispo de Filadelfia (EE.UU), del
arzobispo de La Plata (Argentina) del
obispo de Alcalá de Henares (España), de la práctica totalidad de la
Iglesia en África,
los obispos chilenos (con el visto bueno del Papa), del arzobispo de Vaduz (Liechestein), del
arzobispo de Otawa (Canadá), del
arzobispo de Oregón (EE.UU), del
arzobispo de Baltimore (EE.UU), del
obispo de Bismarck (EE.UU), del obispo de Frederico Westphalen (Brasil), del
obispo de Chur (Suiza), del
obispo del ordinariato anglocatólico en Estados Unidos y de los
obispos de Astaná. (Kazajikstán)
El Magisterio previo a Amoris Laetitia
La postura de los obispos de Bélgica, y resto de obispos que coinciden con ellos, en base a su interpretación de Amoris Laetitia
choca abiertamente con el Magisterio de la Iglesia, tal y como lo enseñó San Juan Pablo II en la exhortación post sinodal
Familiaris Consortio:
84. La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.
La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»
6. El fiel que está conviviendo habitualmente «more uxorio» con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. En el caso de que él lo juzgara posible, los pastores y los confesores, dada la gravedad de la materia y las exigencias del bien espiritual de la persona y del bien común de la Iglesia, tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia. También tienen que recordar esta doctrina cuando enseñan a todos los fieles que les han sido encomendados.
7. La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción,sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible. El matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad civil, es esencialmente una realidad pública.
Igualmente, San Juan Pablo II, Papa, explica en la
encíclica Ecclesia de Eucharistía, la enseñanza de la Iglesia en relación a quienes comulgan en pecado mortal y la de quienes, aun no creyendo estar en pecado mortal, viven públicamente de forma contraria a la moral católica:
36. La integridad de los vínculos invisibles es un deber moral bien preciso del cristiano que quiera participar plenamente en la Eucaristía comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber con la advertencia: « Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa » (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia, exhortaba a los fieles: «También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo»
Precisamente en este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica establece: « Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar» Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, « debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal »
37. La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados entre sí. La Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de conversión, de respuesta personal a la exhortación que san Pablo dirigía a los cristianos de Corinto: « En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! » (2 Co 5, 20). Así pues, si el cristiano tiene conciencia de un pecado grave está obligado a seguir el itinerario penitencial, mediante el sacramento de la Reconciliación para acercarse a la plena participación en el Sacrificio eucarístico.
El juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que « obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave».
En el mismo sentido se pronunció el papa Benedicto XVI en la exhortación apostólica postsinodal
Sacramentum Caritatis:
El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía.
Catolicismo en Bélgica
Evolución del catolicismo en Bélgica desde al año 1967 al año 2009. Primera columna, porcentaje de católicos practicantes. Segunda columna, porcentaje de la población bautizada.
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