ES MUY IMPORTANTE HERMANOS:
Dice Jesús: “Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres”.
Pero a continuación hace una acotación sobre un pecado imposible de perdonar:
“el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre. Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo”.
El Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 1864 dice: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna”. Es el drama de la libertad humana que puede oponerse a Dios y a su Palabra y cerrar el corazón al perdón.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es, pues, presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal. Es un rechazo al perdón y a la redención que Cristo ofrece. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina.
Con toda razón el Papa Francisco al clausurar el Jubileo de la Misericordia nos recordaba que la Misericordia de Dios no se jubila y nos espera cada día, pero la libertad humana la puede rechazar.
Vuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es
“Jesús, mi Señor, ten piedad de mí. Me arrepiento de todos los pecados que he cometido. Detesto todos mis pecados y ocasiones pecaminosas.Te ruego que me perdones. Lávame con tu preciosa sangre. ¡Mi Señor y mi Dios, ten piedad de mí, pecador. Mi alma tiene sed y anhela tu Espíritu Santo. Lléname con tu Espíritu con tanta fuerza que pueda ser purificado, sanado y salvado. ¡Gracias, Jesús, te alabo, Jesús!” (Dada por nuestro Señor Jesús)
La Confesión era el principal trabajo diario del Padre Pío. Él hacía este trabajo mirando dentro de los penitentes. Por ello, no era posible mentirle al Padre Pío durante una confesión. El veía dentro del corazón de los hombres. A menudo, cuando los pecadores eran tímidos, el Padre Pío enumeraba sus pecados durante la confesión.
El Padre Pío invitaba a todos los fieles a confesarse al menos una vez por semana. Él decía: "Aunque una habitación quede cerrada, es necesario quitarle el polvo después de una semana."
En el sacramento de la confesión, el Padre Pío era muy exigente. Él no soportaba a los que iban a él sólo por curiosidad.
Un fraile contó: Un día el Padre Pío no dio la absolución a un penitente y luego le dijo : "Si tú vas a confesarte con otro sacerdote, tú te vas al infierno junto con el otro que te de la absolución". El entendía que el Sacramento de la Confesión era profanado por los hombres que no querían cambiar de vida. Ellos se hallan culpables frente Dios.
Un señor fue a confesarse con el Padre Pío, a San Giovanni Redondo, entre 1954 y 1955. Cuando acabó la acusación de los pecados, el Padre Pío le preguntó : "¿Tienes otro"? y él contestó: "no padre". El Padre repitió la pregunta: "¿tienes otro"?, "no, padre". Por tercera vez el Padre Pío le preguntó: "¿tienes otro"?. A la tercera respuesta negativa se acaloró el huracán. Con la voz del Espíritu Santo el Padre Pío gritó: "¡Calle! Calle! Porque tú no estás arrepentido de tus pecados! ".
El hombre quedó petrificado por la vergüenza que pasó frente a mucha gente. Luego trató de decir algo. Pero el Padre Pío le dijo: "Estás callado, cotilla, tú has hablado bastante; ahora yo quiero hablar: ¿Es verdadero que frecuentas las salas de fiestas"? - Usted, padre" - "¿Sabes tú que el baile es una invitación al pecado"?
El hombre se fue asombrado y no supo qué cosa decir ya que tenía el carné de socio de una sala de fiestas en su billetera. El hombre prometió no cometer otros pecados y después de mucho tiempo tuvo la absolución.
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Las mentiras
Un día, un señor le dijo al Padre Pío: "Padre, yo digo mentiras cuándo estoy con mis amigos. Lo hago para mantenerlos alegres ". Y el Padre Pío contestó: "Eh, ¿quieres tú ir al infierno bromeando?! “
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La murmuración
Cuando uno habla mal de un amigo suyo se está destruyendo su reputación y el honor del hermano que tiene en cambio derecho a gozar de consideración.
Un día el Padre Pío dijo a un penitente: "Cuando tú murmuras de una persona quiere decir que tú no quieres a aquella persona, tú has sacado a la persona de tu corazón. Pero sabes que, cuando sacas a un hombre de tu corazón, también Jesús se va fuera de tu corazón junto con aquel hombre."
Una vez, el Padre Pío fue invitado a bendecir una casa. Pero cuando llegó a la entrada de la cocina él dijo: "Aquí hay serpientes, yo no entro". Y luego le dijo a un sacerdote que a menudo frecuentaba aquella casa para comer: “no vayas a esa casa porque ellos dicen cosas feas de sus hermanos”.
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La blasfemia
Un hombre era originario de la Región de las Marcas. Él partió de su país, con un amigo suyo, en un camión. Transpotaban muebles cerca de San Giovanni Redondo. Mientras hicieron la última subida, antes de llegar al destino, el camión se rompió y se paró. Intentaron hacer arrancar el motor pero no tuvieron éxito.
El chófer perdió la calma y lleno de cólera blasfemó. Al día siguiente, los dos hombres fueron a San Giovanni Redondo donde vivía la hermana de uno de los dos hombres. Con la ayuda de su hermana lograron ir al Padre Pío para confesarse.
Entró el primer hombre pero el Padre Pío lo cazó afuera. Luego le llegó el turno al chófer que empezó el coloquio y le dijo al Padre Pío: “Me he irritado". Pero el Padre Pío gritó: "¡Desdichado! has blasfemado a nuestra Mamá! ¿Qué te ha hecho la Virgen"?. Y lo mandó fuera.
El demonio está mucho cerca de los que blasfeman
En un hotel de San Giovanni Redondo no era posible descansar ni de día ni de noche porque estaba una niña endemoniada que chillaba de modo que daba susto. La mamá de la niña la llevaba cada día a la Iglesia. Ahí esperó a que el Padre Pío liberara a la niña del espíritu del mal. También en la iglesia la niña gritó muchísimo. Una mañana, el Padre Pío tras haber confesado a algunas mujeres se encontró frente a él a la niña que gritaba espantosamente. La niña fue retenida con dificultad por dos o tres hombres. El Padre Pío, ya aburrido de todo aquel trasiego, dio un golpe con su pie a la niña y luego golpeó la cabeza de la niña y dijo: "Ahora" basta!
La pequeña cayó a la tierra. El Padre Pío le pidió a un médico que estuvo presente, que llevara a la niña a San Michele, al santuario del Monte San Ángel. Cuando el grupo llegó al destino, entraron a la gruta donde había aparecido San Michele. La niña se reanimó, pero nadie logró acercarla al altar dedicado al ángel. En el medio de la confusión, un fraile tomó la mano de la niña y tocó el altar. La niña cayó a tierra como si hubiera sido fulminada. Se levantó más tarde y como si nada hubiera sucedido le preguntó a su mamá: “¿podrías comprarme un helado"?
Ante ésto, el grupo de personas volvió a San Giovanni Redondo para informar y agradecer al Padre Pío. Pero el Padre Pío le dijo a la mamá: "dile a tu marido que no blasfeme más, de otro modo el demonio vuelve."
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Faltar a la Eucaristía
A los principios de los años '50, un joven médico fue a confesarse con el Padre Pío. Él dijo sus pecados y luego se quedó en silencio. El Padre Pío le preguntó al joven médico si tenía algún pecado que añadir pero el médico le respondió que no. Entonces el Padre Pío le dijo al médico: "recuerda que en los días festivos no se puede faltar tampoco a una sola Misa, porque ello es pecado mortal". En aquel momento el joven recordó haber "faltado" a una cita dominical con la Misa, un mes antes.
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La magia
El Padre Pío prohibió cada forma de magia, de espiritismo y de prácticas de lo oculto. Una señora cuenta: "Yo me confesé con el Padre Pío en el mes de noviembre del 1948. Entre las otras cosas que le dije al Padre es que en nuestra familia estábamos preocupados porque una tía leyó las cartas. El Padre con tono perentorio dijo: "Echáis fuera enseguida aquella cosa."
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El Divorcio
En la familia unida y santa, el Padre Pío vio el lugar donde brota la fe. Él dijo: “el divorcio es el pasaporte por el infierno”.
Una joven señora, cuando acabó la confesión de sus pecados, como penitencia el Padre Pío le indicó.”tienes que encerrarte en el silencio del ruego y salvarás tu matrimonio."
La señora se sorprendió ya que su relación matrimonial no tenía problemas. Después de mucho tiempo, ella tuvo grandes problemas en su matrimonio pero al estar preparada y siguiendo el consejo del Padre Pío, superó aquel triste momento evitando la destrucción de la familia.
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El aborto
Un día, el padre Romero le preguntó al Padre Pío: "Padre, esta mañana le ha negado la absolución a una señora por haberse hecho un aborto. ¿Por qué ha sido tan riguroso con aquella pobre desgraciada"?.
El Padre Pío contestó: "El día en que los hombres, asustados por el estampido económico, de los daños físicos o de los sacrificios económicos, pierdan el horror del aborto, será un día terrible para la humanidad. Porque es justo aquel el día en que deberían demostrar tener horror por ello. El aborto no es solamente homicidio también es suicidio. ¿Y con los que vemos sobre el dobladillo cometer con un solo golpe uno y otro delito, queremos tener el ánimo de enseñar nuestra fe? ¿Queremos recobrarlos o no"?
"¿Por qué suicidio"? preguntó el padre Romero .
“Tú comprenderías este suicidio de la raza humana, si con el ojo de la razón, vieras ´la belleza y la alegría´ de la tierra poblada de viejos y despoblada de niños: quemada como un desierto. Entonces entenderías la doble gravedad del aborto: con el aborto siempre se mutila también la vida de los padres”.
padrepio.catholicwebservices.com
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El Vaticano ofrece un examen de conciencia actual para una buena confesión en Cuaresma
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco confesando en el marco de "24 horas para el Señor" en el 2014 / Foto: L'Osservatore Romano
El Vaticano ofrece en esta Cuaresma un esquema con las preguntas clave para hacer una buena confesión, en el marco de celebración penitencial que el Papa Francisco preside este viernes en la Basílica de San Pedro.
La Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Vaticano difundió en en el libreto de la liturgia penitencial un esquema general para el examen de conciencia dividido en 28 puntos.
Esta es la traducción al español del texto original en italiano, realizada por ACI Prensa:
Esquema general para el examen de conciencia
1. ¿Me acerco al sacramento de la Penitencia por un sincero deseo de purificación, de conversión, de renovación de vida y de una más íntima amistad con Dios, o lo considero más bien como un peso, que solo raramente estoy dispuesto a asumir?
2. ¿He olvidado o a propósito he callado pecados graves en la confesión precedente o en confesiones pasadas?
3. ¿He satisfecho la penitencia que me fue impuesta? ¿He reparado los daños que he cometido? ¿He buscado poner en práctica los propósitos hechos para enmendar mi vida según el Evangelio?
A la luz de la palabra de Dios, cada uno examínese a sí mismo.
El Señor dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón”
1. ¿Mi corazón está verdaderamente orientado a Dios; puedo decir que lo amo verdaderamente sobre todas las cosas y con amor de hijo, en la observancia fiel de sus mandamientos?, ¿me dejo absorber demasiado por las cosas temporales?, ¿es siempre recta mi intención en el obrar?
2. ¿Es firme mi fe en Dios, que en su Hijo nos ha presentado su palabra?, ¿he dado mi plena adhesión a la doctrina de la Iglesia?, ¿me preocupa mi formación cristiana, escuchando la palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando lo que pueda acechar la fe?, ¿he profesado siempre con valentía y sin temor mi fe en Dios y en la Iglesia?, ¿me he mostrado como cristiano en la vida privada y pública?
3. ¿He rezado en la mañana y en la noche?, ¿mi oración es una verdadera conversación de corazón a corazón con Dios, o es solo una vacía práctica exterior?, ¿he sabido ofrecer a Dios mis ocupaciones, mis alegrías y dolores?, ¿recurro a Él con confianza también en las tentaciones?
4. ¿Tengo reverencia y amor hacia el santo nombre de Dios o lo he ofendido con blasfemias, falsos juramentos o nombrándolo en vano?, ¿he sido irreverente con la Virgen y los santos?
5. ¿Santifico el día del Señor y las fiestas de la Iglesia, tomando parte con participación activa, atenta y pía a las celebraciones litúrgicas y especialmente en la Santa Misa?, ¿he evitado hacer trabajos no necesarios en los días festivos?, ¿he observado el precepto de la confesión al menos anual y de la comunión pascual?
6. ¿Existen para mí “otros dioses”, a saber expresiones o cosas por las cuales me intereso o en las cuales pongo más confianza que en Dios, por ejemplo: riqueza, superstición, espiritismo u otras formas de magia?
El Señor dice: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”
1. ¿Amo verdaderamente a mi prójimo o abuso de mis hermanos, sirviéndome de ellos para mis intereses y reservando para ellos un tratamiento que no quisiera que fuese usado conmigo?, ¿he ocasionado escándalo con mis palabras y mis acciones?
2. En mi familia, ¿he contribuido con paciencia y con verdadero amor al bien y a la serenidad de los demás?
Para cada miembro de la familia:
- Para los hijos: ¿fui obediente con mis padres, los he respetado y honrado?, ¿les he ayudado en las necesidades espirituales y materiales?, ¿me he esforzado en la escuela?, ¿he respetado las autoridades?, ¿he dado un buen ejemplo en toda situación?
- Para los padres: ¿me he preocupado por la educación cristiana de mis hijos?, ¿les he dado un buen ejemplo?, ¿los he apoyado y dirigido con mi autoridad?
- Para los esposos: ¿he sido siempre fiel en los afectos y en las acciones?, ¿he sido comprensivo en los momentos de desasosiego?
3. ¿Sé dar de lo mío, sin mezquino egoísmo, a quien es más pobre que yo?, ¿En cuanto a lo que depende de mí, defiendo a los oprimidos y ayudo a los necesitados?, ¿o trato con suficiencia o con dureza a mi prójimo, especialmente a los pobres, los débiles, los viejos, los marginados y los inmigrantes?
4. ¿Soy consciente de la misión que me fue confiada?, ¿he participado de las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia, en las iniciativas y en la vida de la parroquia?, ¿he rezado y dado mi contribución para las necesidades de la Iglesia y del mundo, por ejemplo: para la unidad de la Iglesia, para la evangelización de los pueblos, para la instauración de la justicia y de la paz?
5. ¿Tengo en el corazón el bien y la prosperidad de la comunidad en la cual vivo o cuido solo de mis intereses personales?, ¿participo, en cuanto puedo, en las iniciativas que promueven la justicia, la moral pública, la concordia, las obras de beneficencia?, ¿cumplo con mis deberes civiles?, ¿he pagado regularmente mis impuestos?
6. ¿Soy justo, comprometido, honesto en el trabajo, voluntarioso para prestar mi servicio para el bien común?, ¿he dado el justo salario a los obreros y a todos los dependientes? ¿he cumplido los contratos y promesas?
7. ¿He prestado obediencia y el respeto debido a las autoridades legítimas?
8. ¿Si tengo algún cargo o desarrollo funciones directivas, cuido solo mi interés o me esfuerzo por el bien de los demás, en espíritu de servicio?
9. ¿He practicado la verdad y la lealtad, o he ocasionado el mal al prójimo con mentiras, calumnias, denigraciones, juicios temerarios, violaciones de secretos?
10. ¿He atentado contra la vida y la integridad física del prójimo, le he ofendido en el honor, le he negado los bienes?, ¿he procurado o aconsejado el aborto?, ¿he callado en situaciones donde pude animar al bien?, ¿en la vida matrimonial soy respetuoso de las enseñanzas de la Iglesia acerca de la apertura y respeto a la vida?, ¿he obrado contra mi integridad física (por ejemplo con la esterilización)?, ¿fui siempre fiel también con la mente?, ¿he mantenido el odio?, ¿he sido conflictivo?, ¿he pronunciado insultos y palabras ofensivas, fomentando desacuerdos y rencores?, ¿he omitido de testimoniar la inocencia del prójimo, de forma culpable y egoísta?, ¿conduciendo el vehículo u otro medio de transporte he puesto en peligro mi vida o la de los demás?
11. ¿He robado?, ¿injustamente he deseado el robo a los demás?, ¿he dañado al prójimo en sus pertenencias?, ¿he restituido aquello que sustraje y reparado los daños causados?
12. Si he recibido males, ¿me he mostrado dispuesto a reconciliarme y perdonar por amor a Cristo, o guardo en el corazón odio y deseo de venganza?
Cristo el Señor dice: “Sean perfectos como el Padre”
1. ¿Cuál es la orientación fundamental de mi vida?, ¿me doy ánimo con la esperanza de la vida eterna?, ¿he buscado reavivar mi vida espiritual con la oración, la lectura y la meditación de la palabra de Dios, la participación en los sacramentos?, ¿he practicado la mortificación?, ¿he estado pronto y decidido a cortar los vicios, someter las pasiones y las inclinaciones perversas?, ¿he respondido a los motivos de envidia, he dominado la gula?, ¿he sido presuntuoso y soberbio, despreciado a los demás y preferirme antes que a ellos?, ¿he impuesto mi voluntad a los demás, conculcando su libertad y despreciando sus derechos?
2. ¿Qué uso he hecho del tiempo, las fuerzas y los dones recibidos de Dios como “los talentos del Evangelio”?, ¿me sirvo de todos estos medios para crecer cada día en la perfección de la vida espiritual y en el servicio al prójimo?, ¿he sido inerte y ocioso?, ¿Cómo utilizo internet y otros medios de comunicación?
3. ¿He soportado con paciencia, en espíritu de fe, los dolores y las pruebas de la vida?, ¿cómo he buscado practicar la mortificación, para cumplir aquello que falta a la pasión de Cristo?, ¿he observado la ley del ayuno y la mortificación?, ¿he observado la ley del ayuno y la abstinencia?
4. ¿He conservado puro y casto mi cuerpo, en mi estado de vida, pensando que es templo del Espíritu Santo, destinado a la resurrección y a la gloria?, ¿he custodiado mis sentidos y evitado de ensuciarme en lo espíritu y en el cuerpo con pensamientos y malos deseos, con palabras y acciones indignas?, ¿me he permitido lecturas, discursos, espectáculos, diversiones en contraste con la honestidad humana y cristiana?, ¿he sido escándalo para los demás con mi comportamiento?
5. ¿He actuado contra mi conciencia por temor o por hipocresía?
6. ¿He buscado comportarme en todo y siempre en la verdadera libertad de los hijos de Dios y según las leyes del Espíritu o me he dejado someter por mis pasiones?
7. ¿He omitido un bien que era para mí posible de realizar?
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