Redacción ACI Prensa
Foto referencial. Foto: Pixabay.
El Arzobispo de Toledo (España), Mons. Braulio Rodríguez, explicó en su carta semanal que la fe y la religión no han sido inventadas por el hombre como modo de consolar o aportar tranquilidad a la existencia humana, y por eso anima, especialmente después del tiempo de Navidad a “darnos razones para creer, no por lo que piensen los demás sino por nosotros mismos”.
Según precisó, en la sociedad actual hay quienes aseguran que las personas creen “en el Dios cristiano” o “en la religión en general” por la llamada “teoría del consuelo”, es decir, “porque les consuela. La religión, prosiguen, se parece al opio, como dijo el viejo Marx; es ‘una ilusión’, decía también (Sigmund) Freud, que ‘deriva su fuerza del hecho de que coincide con nuestros deseos instintivos’”.
Por eso, el Arzobispo pregunta si consideran que “la fe en Cristo sirve de chupete gigantesco contra los dolores de la humanidad”, que es la explicación “que ofrecen aquellos que trabajan en la viña del ateísmo moderno”.
Dijo que según estos “ateos modernos”, es mejor “la fe que da tranquilidad, que la racionalidad que da preocupaciones, incluso si el precio es un perpetuo infantilismo mental” y consideran a las personas con fe como “vagos e infantiles”, “niños ingenuos”.
Lo que significaría para los ateos que “la fe no sirve para la vida” y “no merece ser tenida en cuenta sino como una tradición ingenua que poco a poco se desprende cuando los cristianos se hacen adultos” y, según esos criterios, “la religión es algo que las personas han inventado para sentirse mejor en cuanto a temas elementales como la mortalidad, el sufrimiento, las privaciones, y todos los infortunios del ser humano”.
“Toda esta explicación está en el ambiente y los que así piensan, los nuevos ateos, se consideran a sí mismo los ‘listos’, lo cual implica claramente que los creyentes, por el contrario, serían los tontos”, precisa el Prelado.
Por eso el Arzobispo de Toledo asegura que, especialmente después del tiempo de Navidad, “debemos darnos razones para creer, no por lo que piensen los demás, sino por nosotros mismos” y por eso explica que aunque es cierto que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento “se promete la inmortalidad a quien cumple la ley de Dios y la promesa de más vida es un gran consuelo. Y un consuelo es innegablemente atractivo”.
Pero, según explica Mons. Rodríguez, la fe y la moral judeocristiana también impone una serie de límites a sus partidarios.
“Las personas que viven fuera del universo judeocristiano pueden decidir lo que quieran sobre cualquiera de los asuntos más personales: cuándo tener hijos, cómo educarlos, qué comer el día que sea, qué donar a las instituciones de caridad. Así que esa idea de que la gente se refugia en el cristianismo como salida fácil queda desmentida por las demandas de la práctica de la fe”, explica.
Y recuerda cómo los mártires, tanto los de la antigüedad como los del siglo XX, “tomaron su cruz” no porque “esa carga les hacía sentirse bien”.
Por eso aseguró que el cristianismo es algo mucho más profundo que un refugio o una “especie de premio de consolación para los lentos de intelecto”.
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