Lunes 13 de Mayo del 2013
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (19,1-8):
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?»
Contestaron: «Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo.»
Pablo les volvió a preguntar: «Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?»
Respondieron: «El bautismo de Juan.»
Pablo les dijo: «El bautismo de Juan era signo de conversión, y él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es decir, en Jesús.»
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de Dios, tratando de persuadirlos.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 67,2-3.4-5ac.6-7ab
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R/.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría. Cantad a Dios,
tocad en su honor, su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,29-33):
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.»
Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Lunes 13 de Mayo del 2013
Queridos amigos:
¿En qué momento situamos estas palabras de Jesús? Si atendemos al versículo en que predice que los discípulos se dispersarán cada cual por su lado y lo dejarán solo, respondemos: "antes de la pasión". Si nos fijamos en las que hemos destacado para este comentario, parece que tenemos que decir: "después de la resurrección". Jesús, que sin duda, desde cierto punto de vista, ha vivido una duración histórica como la tuya y la mía, parece moverse en una duración que trasciende la secuencia de momentos efímeros, inciertos, opacos, en que discurre nuestro vivir. ¿Qué será de mí esta noche? ¿Cómo afrontaré la tentación de mañana? ¿Sucumbiré una vez más al hostigamiento de mis inquietudes? ¿Habrá un impredecible punto de inflexión en mi camino? No lo sé.
Jesús, particularmente el Jesús de Juan, se encuentra instalado en una duración distinta: como ajeno a toda agonía, habla sin embargo de una victoria; antes del combate final nos da el parte de guerra con un "yo he vencido al mundo".
Él es Él. Su certeza es muy distinta de la seguridad algo arrogante y altiva de Pedro que declara"¿por qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti". Cuando Jesús dice "yo he vencido al mundo" no se refiere al día anterior, miércoles, la antevíspera del día de Pascua; ni a la semana anterior, la que precede a la entrada triunfal en Jerusalén; ni a cualquier pasado remoto o cercano. No declara que ha ganado una batalla. Se proclama vencedor de la guerra. Su "yo he vencido" abarca todo su tiempo y todo el tiempo histórico.
Sí, percibimos que habla desde la Pascua cumplida. Y desde ahí nos sigue hablando a nosotros, inmersos en el tiempo. Hoy y aquí resuenan sus palabras: "en el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo". Ese es nuestro punto de apoyo; mejor, nuestro punto de amarre. Si, braceando en medio del oleaje, nos agarramos a otro cuerpo inestable sacudido por el mismo oleaje, nuestro asidero se nos revelará tan frágil y zozobrante como nosotros. Sólo si estamos anudados a un punto de amarre sólidamente instalado en tierra firme podemos mirar con unos ojos algo más serenos los momentos efímeros, inciertos, opacos, y nos entregamos con más confianza a nuestra misión en el momento presente, y no dejamos que la ansiedad del mañana secuestre el gozo del hoy o duplique su fatiga abrumadora, y nos deshacemos de toda seguridad algo (¿sólo algo?) arrogante y altiva.
Vuestro amigo.
Pablo Largo
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