Hijo, no te muevan los dichos agudos y limados de los hombres, porque no está el reino de Dios en palabras, sino en virtud. Atiende a mis palabras, que encienden los corazones e iluminan las almas, excitan a contrición y traen muchas consolaciones. Nunca leas para mostrarte más letrado o sabio. Estudia en mortificar los vicios, porque más te aprovechará esto que el saber muchas cuestiones difíciles.
Cuando hubieres acabado de leer y saber muchas cosas, te conviene volver a un mismo principio. Yo soy el que enseño al hombre la ciencia, y doy a los pequeños más claro entendimiento que ningún hombre puede enseñar. Al que yo hablo luego será sabio, y aprovechará mucho en el espíritu. ¡Ay de aquellos que quieren aprender de los hombres curiosidades, y cuidan muy poco del camino de servirme a mí! Tiempo vendrá, cuando aparecerá el Maestro de los maestros Cristo, Señor de los ángeles, para oír las lecciones de todos, esto es, para examinar las conciencias de cada uno; y entonces escudriñará a Jerusalén con candelas, y serán descubiertos los secretos de las tinieblas, y callarán los argumentos de las lenguas.
Yo soy el que en un punto levanto al entendimiento humilde, para que entienda más razones de la verdad eterna que si hubiese estudiado diez años, Yo enseño sin ruido de palabras, sin confusión de opiniones, sin fausto de honra y sin combate de argumentos. Yo soy el que enseña a despreciar lo terreno y aborrecer lo presente, buscar y saber lo eterno, huir las honras, sufrir los escándalos, poner toda esperanza en mí, fuera de mí no desear nada, y amarme ardientemente sobre todas las cosas.
Y así uno, amándome entrañablemente, aprendió cosas divinas y hablaba maravillas. Más aprovechó con dejar todas las cosas que con estudiar sutilezas. Mas a unos hablo cosas comunes, a otros cosas especiales. A unos me muestro dulcemente por señales y figuras, a otros revelo misterios con mucha luz. Una sola cosa dicen los libros, mas no enseñan igualmente a todos; porque yo soy en lo interior doctor de la verdad, escudriñador del corazón, conocedor de los pensamientos, movedor de las obras, y reparto a cada uno según juzgo ser digno.
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