15 de Noviembre de 1976
METAMORFOSIS PRODIGIOSA
Don O., Soy Don Enrico,
no quiero volver a decirte lo que ya repetidamente se te ha dicho, considero mejor recordarte nuestro primer encuentro en la
Capilla de F. de G
Mucha impresión te hicieron mi quebrantada salud física, mi cuerpo en malas condiciones, mi alma prisionera en un físico
enteramente inoperante como para suscitar conmiseración en los que se me acercaban, porque en el mayor de los casos esas
personas no veían más que el lado exterior de mi vida.
Eran por tanto incapaces de penetrar y de entender la prodigiosa
metamorfosis que se realizaba en mi alma mediante el sufrimiento tanto físico como moral, sufrimiento que, por gracia de Dios,
nunca rechacé.
Yo mismo no estaba siempre en grado de valorar la importancia enorme de esta digestión espiritual y no hay que extrañarse de
esto puesto que el hombre ni siquiera se da cuenta de la importancia que tiene su digestión corporal por medio de la cual
transforma el alimento que ha ingerido en carne de su carne y hueso de sus huesos.
Pobre criatura humana, aun teniendo inteligencia para penetrar el valor de las cosas, debilitado y oscurecido como está por el
pecado, poco se da cuenta de cuanto sucede en él y en torno a él.
Esta maravillosa metamorfosis del espíritu, escapa a los hombres,
no se le oculta a Él, a Dios que es su autor.
Conocerse mejor a sí mismos
Don O., si los cristianos en lugar de dejarse arrastrar y superar por las fútiles cosas de la vida exterior se empeñaran un poco mas
en conocerse mejor a sí mismos y lo que en sí mismos sucede, no por mérito o capacidad personales, sino por obra de Dios, autor
de la naturaleza humana, la escalada hacia Dios seria en gran medida facilitada.
Sólo en mi encuentro con Él, mi Salvador y Redentor, vi en un relámpago el efecto indescriptible y las estupendas consecuencias
de la metamorfosis de mi sufrimiento físico y moral.
A este punto estoy obligado a decirte, como otros ya antes te han dicho, que ningún militante en la tierra podrá comprender jamás
la felicidad que Él reserva a sus elegidos, ningún mortal podría sostener la visión de un alma en gloria.
Ilimitada necedad de los hombres
Don O., desde acá se ve, como desde ningún otro lugar es posible, la ilimitada necedad de los hombres en la tierra; desde acá se ve
cómo el hombre en la tierra se deja no sólo burlar sino embaucar por el Maligno.
He hablado de necedad en los hombres y en verdad es precisamente así: bastarían sólo las facultades recibidas por Dios y un deseo
más vivo de verdad para tomar el camino adecuado. Pero ¿es posible que el hombre, creado por Dios, hijo de Dios, redimido por
Dios, restituido a la primera dignidad divina y humana por Dios, rechace a Dios, su sumo bien?
¿Es jamás concebible que el hombre, creado a imagen de Dios, hijo de Dios, levante su frente soberbia contra Dios y aliándose a
Satanás Le grite su rebelión?
¿Te parece natural y comprensible que un niño cuya existencia está condicionada a la vida de sus padres, al amor y a los cuidados
que ellos le tienen, se rebele y los rechace gritándoles a la cara:
"No os reconozco, no os amo, y no os quiero?”
¿No es el hombre criatura de Dios, hijo de Dios, condicionado en su vida terrena y eterna a Dios? ¿No ha sido creado para
conocer, amar y servir a Dios?
Si los sacerdotes reflexionaran...
En los sacerdotes falta la conciencia, la convicción de la trágica y perversa acción del Maligno en las almas, creadas para la luz,
para el amor, para la felicidad; mientras que Satanás persigue con el engaño el aniquilamiento del fin de la Creación y del fin de la
Redención por el odio que nutre contra Dios y contra los hombres.
Si los sacerdotes reflexionaran, si meditaran en serio sobre el valor infinito de una sola alma por la que el Padre ha sacrificado a su
Hijo Unigénito, ¿qué no deberían hacer para evitar a las almas de caer en las garras de Satanás?
¡Oh, si los sacerdotes reflexionaran y meditaran en serio, los hábitos de vida sacerdotal serían modificados radicalmente...!
Te he hablado de la prodigiosa metamorfosis que Él realiza en las almas mediante el sufrimiento, tanto físico como moral; pero no
olvides que el Maligno incansable remedador de Dios, opera también él su metamorfosis en las almas mediante el pecado cuyas
consecuencias te son bien conocidas.
Don O., es necesario hacer conocer el valor de la vida, es necesario hacer conocer la maravillosa, estupenda metamorfosis del
dolor y del sufrimiento a lo que inconscientemente nos rebelamos y de lo que se huye.
Si los ministros de Dios rehuyen ellos mismos el sufrimiento ¿Cómo podrán ellos, los maestros y corredentores inculcarlo en los
demás?
Don Enrico
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