19 de Noviembre de 1976
EL ACTO MÁS SUBLIME, CONTAMINADO
Respondo a tu deseo, hijo mío.
Sé que deseas ardientemente mayores aclaraciones con relación al propósito que laudablemente estás realizando, de abolir por lo
que a ti toca, el llamado estipendio ligado a la Santa Misa.
Cuánto te han dicho San Gabriel, Padre Pío, Luigina y otros, es claro y comprensible por todos aquellos que tienen su espíritu
abierto a la luz, esto es, a la Sabiduría del Espíritu Santo, en cambio por desgracia no lo van a entender nunca todos los otros
cerrados a la luz del Espíritu Santo.
Necedad y locura pensarlo
Ahora, hijo mío es tu Jesús quien te hace la pregunta:
“¿Crees tú que si alguna persona en la víspera de Mi Pasión, se me hubiera presentado delante diciéndome: ‘Aquí tienes este
dinero, yo te lo doy para que tú te sacrifiques en la Cruz por la remisión de mis pecados’, ¿crees tú, hijo mío, que Yo hubiera
aceptado semejante propuesta?”
¡Sería necedad y locura sólo pensarlo!
¡Lo que me ha llevado a la Cruz y me lleva a renovar el Sacrificio de la Cruz en la Santa Misa, ha sido, es y será siempre una sola
cosa:
EL AMOR! Hijo mío, pon mucha atención: ¿Qué diferencia hay si hoy las personas se presentan ante ti ofreciéndote unas
monedas por la celebración de una Santa Misa?
Hijo, tu intención como ministro mío, como participante en mi eterno Sacerdocio, ¿puede diferenciarse de mi purísima intención?
Y dime de nuevo, ¿es, o no es la Santa Misa el mismo Sacrificio de la Cruz?
Cortar cualquier atadura venal
Tú, en la Santa Misa, ¿no debes unirte a Mí en el ofrecimiento de tu voluntad, ofrecimiento eficaz que incluye el aniquilamiento
de tu "yo", y con la misma purísima intención con la que Yo, Jesús, y Mi Madre María Santísima, siempre presente como
Corredentora, nos ofrecemos al Padre?
Haces bien, hijo mío, haces bien en no envilecer el acto más grande que se realiza en la tierra, corta y separa de este acto cualquier
atadura venal.
¿Es jamás posible condicionar tu participación, la participación en general del sacerdote celebrante, a un par de billetes?
Te he dicho, hijo mío, condicionar, no digo de todos los sacerdotes, pero de muchos, no hay ofrenda, no hay Santa Misa. ¡He aquí
a qué punto puede llevar la ausencia de amor y la ausencia de fe!
Para tantos que celebran la Santa Misa en pecado, ¿Qué les puede importar la pureza de intención o la acción corredentora?
Estos
sacerdotes, puesto que están separados de Mí, nada agregan ni pueden agregar a la Santa Misa de la que son protagonistas sólo
materiales, no unidos a Mí, sino a aquel debido al cual Yo me inmolo, es decir, están unidos a Satanás, ni mas ni menos que Judas.
Persevera, será reforma importante
Hijo, se te ha dicho que perseveres en tu propósito, que no cedas ante los repetidos ataques del Maligno. Pues bien, te lo repito
también Yo, Jesús; insiste, persevera, será esta una perla preciosa, una reforma importante de mi Iglesia regenerada.
No sirven los pretextos ni las argumentaciones para justificar una acción que testimonia la pobreza espiritual de estos tiempos de
incoherencia y de crisis de fe;
¿no soy Yo, Jesús, el Verbo hecho Carne, por tanto verdadero Dios y verdadero hombre, el
Protagonista del Santo Sacrificio?
¿ Y cómo podría Yo, Dios y Señor de todas las cosas, ignorar las justas necesidades de los que junto Conmigo se ofrecen
desinteresadamente al Padre por los hermanos, vivos y difuntos, en un gran acto de amor?
¿No soy Yo, el Unigénito del Padre, y todas las cosas no han sido hechas por Mí? ¿No he dado suficientes pruebas de mi
generosidad? ¿Acaso alguna vez me he dejado vencer en generosidad por vosotros? Hijo mío, también en esto eres mi instrumento
para mi plan de amor.
Te bendigo y contigo bendigo a todos los sacerdotes que humildemente te seguirán por este camino y prometo a todos ellos
gracias y dones particulares.
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