23 de Noviembre de 1976
CREACIÓN, ORDEN ESTUPENDO
Hijo mío, escribe:
Yo soy la Perfección y soy el único en ser la perfección infinita. Esta perfección mía se refleja en todo el universo creado, en el
mundo invisible y en el mundo visible, originando en cada cosa en particular, y en todas las cosas tomadas globalmente, una
estupenda armonía digna de su Creador, en un orden no menos estupendo ni menos admirable donde cada cosa tiende a perseguir
su propio fin en la alabanza a su Creador.
Después viene la creación de seres inteligentes, libres, capaces de obrar el bien y capaces de obrar el mal; pero los dones, aun los
naturales con los que estaban revestidos, eran tales que todo concurría en ellos para orientarlos y lanzarlos hacia el bien.
En esta condición debíamos permanecer por el tiempo determinado por el Padre, Creador y Señor de todas las cosas, y, terminado
este tiempo de espera, ante ellos se habrían abierto de par en par las puertas del Paraíso para ser admitidos a participar en la Gloria
y en la felicidad sin límites del Padre.
Pero la más bella, la más potente de las criaturas, después de Dios, enorgullecida por su potencia y su esplendor, la hizo pecar, y queriendo ser igual a Dios, se rebeló contra Él, dando así comienzo en el mundo universo
a una rebelión cuyas consecuencias fueron, son y serán de una gravedad tal que ninguna mente humana es capaz de abarcar.
Turbación del orden: el pecado
La armonía de la creación quedó turbada en tal forma que cambió radicalmente el orden establecido; todo el universo se resintió
de este trastorno, y la misma naturaleza gime bajo el peso del pecado.
A la rebelión del mundo invisible siguió la rebelión de la humanidad en Adán y Eva, incrementando el trastorno del orden
preestablecido y dando origen al mal en el mundo, catástrofe sin precedentes, y aparte del sufrimiento, las guerras, las
enfermedades, los odios, los delitos, la muerte, las violencias, los crímenes, tributo a Satanás de cada generación.
Baste el
recordar, hijo mío, las almas condenadas o que se condenan; la perdición de una alma es mucho más grave que todas las guerras,
epidemias, revoluciones y desgracias de todas clases, de todos los tiempos juntas. Esto no lo podéis fácilmente comprender porque
no sois capaces de comprender qué cosa quiere decir una eternidad de tormentos.
Restablecimiento del orden: Iglesia y Sacerdocio
Hijo, Yo, el Amor, no podía permitir tal ruina de la naturaleza humana; he aquí entonces la razón de la Encarnación y Redención
obrada por el Verbo, cuya finalidad es restablecer el orden destruido y dar nuevamente la posibilidad de salvación a todas las
almas de buena voluntad.
Con la Redención, la Iglesia, el sacramento de salvación, y en la Iglesia el Sacerdocio, para formar con ello a mis colaboradores
que constituyeran la espina dorsal de mi Cuerpo Místico.
Sacerdote se llega a ser sólo por Vocación
Hijo mío, así como los hombres escogen sus colaboradores, así también Yo, Verbo de Dios hecho Carne, me escojo a mis
colaboradores, por lo que ¡Ay de los intrusos; Ay de los no llamados. Ay de los que como Judas, por razones humanas y por
cálculos de intereses humanos se introducen entre mis llamados...!
Sacerdote se llega a ser sólo por vocación; cualquier otro
camino sería no sólo pecaminoso, sino sacrílego.
He aquí, hijo mío, el problema de las vocaciones sacerdotales.
Así como Mi Padre, en el plano de la Providencia, pone en el corazón de los hombres aptitudes y tendencias diferentes con el fin
de que en la gran familia los hombres se complementen y se integren en el orden armonioso preestablecido, así Yo en Mi Iglesia
introduzco en el corazón de mis escogidos el germen precioso y sublime de la vocación; germen precioso que debe ser acogido y
custodiado, protegido y desarrollado tanto por el que lo recibe como por todas las personas ligadas al llamado, como los padres,
tutores, etc.
De muchas vocaciones fallidas por culpa de quien tenía el deber de tutelarlas, deberán responder los responsables. Es notorio que
padres paganos y padres cristianos descristianizados, a menudo se oponen y contrarrestan, con gravísimo daño a la Iglesia, las
vocaciones dadas por Mí a tantas almas. ¡Responsabilidad tremenda!
Por ahora basta, hijo mío, reanudaremos la conversación cuanto antes.
Te bendigo; reza y ofrece tus sufrimientos para que muchos
sean operarios en Mi viña.
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