1 de Diciembre de 1977
MI IGLESIA
Una, Santa, Católica Apostólica y Romana, prerrogativas que jamás cambiarán
Escribe, hijo, retomemos el discurso sobre mi Iglesia. Ella es y lo será Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana; en nada de esto
cambia ni cambiará nunca con el cambiar de los eventos humanos; nunca ninguno podrá privarla de sus prerrogativas.
Mi Iglesia está en el mundo para el mundo; no es estática, sino perennemente en camino, tendrá el paso con el mundo como el
pastor lo tiene con su rebaño; su misión es netamente misionera, su labor llevar a todas las gentes el mensaje evangélico; no es
absolutista y ni siquiera del todo democrática, de una democracia pura, es Jerárquica porque así la he querido y la quiero Yo, su
Fundador; la jerarquía forma su espina dorsal; su gobierno será una forma intermedia entre el absolutismo y la democracia pura.
Sus miembros serán todos los bautizados; en el vértice estará el Papa, que en caso de emergencia podrá gobernar solo, teniendo en
sí todo poder deliberativo y ejecutivo.
El Papa, verdadero y directo sucesor de San Pedro, estará en la cumbre de mi Iglesia, que es sociedad perfecta y como tal tiene y
posee todos los medios para lograr sus fines independientemente de cualquier otra estructura humana; no pocas de las actuales
estructuras caerán y otras serán simplificadas.
Una es quien lleva el mensaje y el otro quien lo recibe
Cabeza invisible de mi iglesia soy Yo, Jesús; cabeza visible es el Romano Pontífice, sucesor de San Pedro, a quien se deberá
siempre amor, respeto y humilde obediencia por parte de todos, Obispos, sacerdotes y fieles sin distinción alguna.
La Iglesia está en el mundo pero es diversa del mundo y jamás podrá identificarse con el mundo, pero no está impedida, por su
naturaleza de Maestra y de madre del mundo, en su misión.
Uno es quien lleva el mensaje y otro quien lo recibe. Las
degeneraciones de la hora actual encontrarán disidentes a muchos fieles, sacerdotes y aún Pastores, pero restablecida la verdad y el
equilibrio, ahora sacudidos por tantos males, la Iglesia regenerada no conocerá disidentes acerca de su naturaleza.
Será contrastada siempre, el Cuerpo sigue la suerte de la Cabeza, pero las fuerzas y las oscuras potencias del mal jamás
prevalecerán sobre ella; ella goza de la particular presencia del Espíritu Santo que ya la penetra con sus carismas; hoy los
carismáticos se van multiplicando por doquier.
El Carisma siempre ha existido en la Iglesia, los santos fueron todos carismáticos,
aquí hablo del Carisma como don particular y extraordinario dado a determinadas personas para la comunidad eclesial, no hablo
de los carismas comunes participados a todos los cristianos con la vida sacramental.
Así el Señor dispersa a los soberbios...
Las Potencias oscuras del Infierno emplean todos sus recursos para sembrar discordia, envidia y celos entre los carismáticos para
disminuir y aun anular los efectos. Los carismáticos deben darse cuenta de esto para no permitir al enemigo atentar contra el plan
de la Divina Providencia. Los carismáticos vigilarán para no caer en las insidias del enemigo, cultivando en sí mismos todas las
virtudes, pero en modo particularísimo la Humildad, pilar fundamental y central de la santidad.
La Iglesia regenerada será casi totalmente carismática, será verdaderamente Santa y será el Espíritu Santo quien la vivificará y
santificará para hacer de Ella un faro de luz que se proyectará sobre la humanidad entera.
¿Quiénes son les hombres para ponerse contra Dios con sus locas intenciones de obstaculizarle el paso? Menos que un puñado de
polvo que el viento dispersa.
Polvo son los regidores de los pueblos inmersos en la oscuridad más densa de su soberbia.
¿Qué se necesita para confundirlos? Ellos han cerrado su corazón, sus bocas hablan con arrogancia, avanzan y me rodean para
abatirme, pero Yo los dispersaré como polvo, nada más que polvo.
Han cavado ante Mí una fosa y en ella caerán, serán por ella tragados. Así el Señor dispersa a los soberbios que han urdido conjuras contra Él, así abatirá a sus enemigos, y su Iglesia llevará la
salvación hasta los más apartados confines de la tierra.
Hijo, por ahora basta, ámame, te bendigo y contigo bendigo a los que te son queridos.
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