21 de Mayo de 1977
Y HABIÉNDOLO ABANDONADO, HUYERON
Hijo mío,
Luigina te quiere hablar.
Don O., no se puede pretender vivir en la tierra sin respirar el aire, aun si estuviera contaminado; no se puede pretender superar la
prueba, (y la vida humana es una prueba), sin sufrir sus inevitables consecuencias, por eso no te sorprendas si personas no buenas
han abierto las hostilidades contra ti.
Hijito, los mensajes están dando sus frutos.
Muchas almas frías e indiferentes, han encontrado de nuevo su fervor; otras muchas
han reforzado su voluntad de bien, otras almas de consagrados que se habían extraviado en los oscuros y tortuosos laberintos del
pecado, mediante estos mensajes, han encontrado el camino de regreso y han vuelto a entrar en la casa del Padre.
La reacción en acto por parte de los enemigos de Dios, de la Iglesia y de tu alma, era inevitable, hijo; de otro lado te había sido
manifestada sin ambigüedad.
Te es muy notorio que Satanás es la mona de Dios y por esto también tiene a su disposición a sus judas escogidos entre los
consagrados; ¿Por qué exactamente entre los consagrados?
Pues porque los mensajes precisamente han sido dados principalmente
para los consagrados, hijo, ¿no es ésta, la historia del Misterio de la Redención? Y la historia continúa y el Misterio de la
Redención continúa en la Iglesia y en cada alma. ¿Acaso falta algún Judas al lado de Su Vicario? ¿Quién puede hoy medir la
amplitud y profundidad del dolor del Papa, concretamente, por la infidelidad de la que es víctima? ¿Por qué, hijito, con estas
preguntas te llevo con tu alma y con tu corazón, al lado de Jesús traicionado exactamente por uno de sus Apóstoles, negado por
otro apóstol y abandonado por todos los otros?
Es sencillo, para que tú, viendo y meditando, no te vayas a hacer ilusiones.
Quien quiera venir en pos de mí, tome su cruz y me siga
¿Quieres tú amar? Si es sí, hijo, como en realidad lo es, debes entonces estar bien dispuesto a proseguir en el camino de la cruz sin
olvidar que en este camino, Él te precede: quien quiere venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame. Él ya no puede sufrir
físicamente, pero sufre moral y espiritualmente; y ¿quién puede decir sus sufrimientos? Creerlo insensible a la ceguera de muchos
que en la Iglesia deberían por excelencia ser lámparas que irradiaran la luz de la divina Palabra y del calor del amor, creerlo
insensible a los sacrilegios de muchos de sus sacerdotes y de muchos de sus hijos; creerlo insensible a las profanaciones a Él en el
Sacramento de la fe, a las blasfemias, a los insultos que se renuevan y se repiten sin descanso, quiere decir no conocerlo.
Es absurdo, hijito mío, pero verdad: poquísimos son los que comprenden, o mejor, que se esfuerzan en comprenderlo. Pide tú con
insistencia estar entre estos.
Pero el comprenderlo, como le es posible a la mente humana, y luego rechazar seguirlo sería cosa aún
más grave que la de los que voluntariamente lo ignoran y viven alejados de aquellas realidades cristianas en las que están
inmersos.
Estáte frecuentemente junto a Él crucificado, míralo y obsérvalo en cada una de Sus palabras, en cada una de sus
expresiones, esto siempre se debe hacer, pero especialmente cuando la prueba se hace dura y áspera.
Cuando se es llamado a estar
más cerca de Él.
El amigo no es tan amigo como cuando comparte la suerte del amigo.
Él, hijito mío, nos ha llamado amigos y vosotros a veces os
hacéis la ilusión de serlo, pero ¿estáis luego dispuestos a compartir su suerte? ¿Estáis dispuestos a subir con El al Calvario?
Para
Él nuestras palabras de nada sirven si no van acompañadas de los hechos. Hijo, lo que te estoy diciendo a ti suena a escándalo a los oídos de muchos consagrados que no tienen muchos puntos de comparación con San Juan o con San Pedro.
El Padre Leopoldo
en su mensaje te ha dado una más que exhaustiva explicación.
Se redime en la medida en que se sufre con Él.
Eras tú quien tenía que llevar la cruz y eran tuyas las cruces vistas en el cáliz, y Él por tres veces ha caído bajo el peso de la cruz
como si por ella fuera aplastado; tus cruces no podrán nunca ser como Su Cruz.
Hijito mío, se redime con Él en la medida en que
se sufre con Él.
Ahora observa y escruta con tus ojos la riada de almas en camino hacia infierno, como una manada ilimitada de
ovejas desbandadas y traicionadas, que se han desviado por su necedad y por la necedad de los que las guían hacia la perdición
eterna ¿No lo ha afirmado así la Virgen Santísima en Lourdes, en Fátima y en tantos otros lugares?
No eran fruto de ficciones o de
engaños las lágrimas derramadas por la Virgen Santísima en estos últimos decenios, sin embargo nada se ha dejado de intentar con
tal de sofocar y relegar al olvido las enérgicas llamadas venidas del cielo.
D. O., tu sufrimiento no será entonces ni vano ni inútil; eres el pequeño granito de trigo arrojado en la oscura humedad de la tierra
para que muera y luego lleve fruto.
Hijito, en estas reflexiones encontrarás la fuerza pare adaptarte a Su divino querer. Siempre estoy cerca de ti; las promesas hechas
en la tierra cuando son buenas y santas no son nunca anuladas en el Paraíso.
Dios Uno y Trino te bendiga y te proteja siempre, especialmente en los momentos más cruciales en los que el alma es llamada a
permanecer junto a Él Crucificado, para compartir con él la tristeza, la náusea, el tedio y la profunda oscuridad del Getsemaní.
Luigina.
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