Queridos amigos,
Aceptar y guardar los mandamientos de Jesús es demostrar, en la práctica, que creemos en él, que le damos crédito, que a él nos confiamos; que, en definitiva, le amamos. Seguir a Jesús es, por tanto, obedecerle. Quien se entrega y se confía a este misterio de amor camina en una nueva vida marcada por una nueva ley, por una nueva obediencia: la de los hijos que buscan vivir según la voluntad del Padre.
Obedecer es una palabra que, en su etimología latina (Ob-audire) significa escuchar, mejor dicho, escuchar con atención, saber escuchar. No se trata de una escucha por obligación, a la fuerza, sino que se trata de una escucha agradable, atenta y confiada, como la del hijo que escucha al Padre. Es la experiencia fundamental del creyente.
Dios es como un padre que nos habla, nos aconseja y nos invita a escucharle con atención. Quien se deja llevar por esta confianza vive una existencia serena, sosegada y tranquila, pues se sabe en manos de la bondad de Dios. La experiencia de saber que el Señor nos sostiene nos hace caminar con otra perspectiva, con otra visión. Nos da como una orientación, un horizonte de sentido que nos hace tener una percepción de la realidad diferente de la de quien no vive en esa certeza.
Los creyentes no tenemos respuestas para todo, sino que nos confiamos a aquel que es la respuesta fundamental. Confiamos en que él –por su Espíritu– irá iluminando nuestros caminos, nos irá recordando aquello que Jesús nos dijo para que nos guiemos mejor en la búsqueda de su voluntad y en el cumplimiento de sus leyes. No olvidemos que contamos siempre con su compañía y con su Palabra. El papa Francisco no deja de recordarnos que leamos todos los días el evangelio, aunque sea un pedacito. Hacerlo nos hace vivir mejor nuestra vida cristiana. “¡Leedlo! ¡Llevadlo con vosotros! En él está su Palabra. Es Él que nos habla”.
Os deseo lo mejor en este día. De corazón,
Fernando Prado, cmf.
No hay comentarios:
Publicar un comentario