Queridos amigos,
Al creyente no se le ahorran ni las luchas, ni las dificultades, ni los “zarpazos” de la vida. Sabemos que la vida es así. No es posible evitarlo. Con todo, las circunstancias de la vida no pueden ser determinantes para quien vive su vida desde la perspectiva creyente. Lo importante es cómo asumimos y cómo vivimos las vicisitudes a veces complejas de la existencia, con qué actitud las afrontamos, en qué o en quién nos apoyamos cuando llama a nuestra puerta la desesperanza.
“Tened valor; Yo he vencido al mundo”. Esta manera de hablar de Jesús nos recuerda aquel mensaje central del libro del apocalipsis, que nos invita a la confianza plena en el Dios que es Señor de la historia, en aquel que es el más interesado en llevar su plan adelante y sobre el cual las fuerzas del mal no tienen ningún poder. Los creyentes tenemos puesta nuestra confianza en que la victoria es del Cordero. Dios tiene la última palabra. Él, y solo él, es quien tiene el poder.
Esa es la razón por la que confiamos: porque creemos que no estamos solos ni abandonados ante los avatares de la vida. El Señor nos acompaña y no nos abandona. Todo lo contrario, él camina con nosotros, es nuestro amigo, es aquel que nos ama y nos invita siempre a no desfallecer y nos dice: ánimo, yo he vencido al mundo. No tengas miedo.
Te invito, querido amigo o amiga, a que hoy afiances esta convicción profunda: Dios te acompaña siempre en el camino de la vida. Déjate encontrar por Él. Si eres capaz de encontrar en su amor esta profunda razón para vivir, te garantizo que serás más feliz, incluso en medio de la prueba o la dificultad.
Que tengas un buen día,
Fernando Prado, cmf.
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