(InfoCatólica) El cardenal, refiriéndose a la Iglesia en Alemania, asegura que aunque la misma es valorada positivamente por su aporte a la tradición cultural del país o como empleadora -cientos de miles de alemanes trabajan empleados en las diócesis- resulta «aterrador y vergonzoso que cada vez menos personas quieran escuchar el mensaje de la salvación, que no pidan los sacramentos, que consideren el evangelio como algo piadoso y el credo como algo poético. Al parecer, los heraldos de la fe han fracasado».
El purpurado explica que «en los debates en curso sobre las "reformas" necesarias para la Iglesia en Alemania, la conciencia de la crisis y la comprensión de sus propios errores y debilidades se sienten claramente» y se han agravado «dramáticamente por la devastadora pérdida de confianza que provocó el escándalo de abusos». Pero, advierte, en estos debates, la pregunta fundamental no es sobre la propia Iglesia sino al revés: «¿qué quiere la gente? ¿qué se espera de la iglesia? ¿Qué importa y qué no? ¿En qué tiene que adaptarse, porque de lo contrario ya no puede ser aceptada?»
Woelki denuncia que «esto lleva rápidamente a afirmar que la iglesia debe renunciar a lo que está "desactualizado" para convertirlo en "contemporáneo" y que simplemente no tiene futuro sin concesiones a las demandas de las personas y los medios de comunicación». Y que por consiguiente «la Iglesia debe reconocer la realidad de la vida» e «incluso debe entender dicha realidad como una fuente adicional de revelación».
«Que la iglesia debe "reinventarse"», advierte el cardenal, «es la culminación finaly la cristalización de este debate».
Al contrario, el arzobispo de Colonia, opina que aunque «la realidad es de hecho reveladora» no es necesariamente una relavación «divina. Adaptarse a esta realidad no puede ser el lema, sino la interpretación de esta realidad a la luz del Evangelio. La tarea de la iglesia es discernir los espíritus, unos de otros. No importa cuán grandes puedan ser las presiones de los medios y las expectativas del público, no puede esconderse con cambios en sus enseñanzas si los mismos contradicen el espíritu del evangelio».
El cardenal responde a quienes creen que solo los grandes dogmas no pueden ser cambiados: «Y eso se aplica no solo a los grandes dogmas como la Trinidad o la filiación divina de Cristo, sino también a otras cuestiones fundamentales». Por ejempo, «se aplica con respecto al orden de la creación, el orden mutuo del hombre y la mujer, su amor y fidelidad» o que su unión debe estar «fundamentalmente abierta a una nueva vida...»
También el hecho de que la iglesia, «en obediencia al modelo de Jesús, no puede ordenar que las mujeres sean sacerdotes. Tales y similares decisiones de la iglesia tienen un significado que hace que sea imposible cargárselas con un golpe de pluma. Eso sería negar la dirección que Dios Padre da a través del Hijo en el Espíritu Santo».
El cardenal razona su postura:
«El argumento de que «votar con los pies», porque la salida de muchas personas de la iglesia simplemente no deja otra opción, no me convence. Cristo mismo, con su proclamación, no solo provocó aprobación y regocijo, sino también incomprensión y rechazo: «Este discurso es duro.¿Quién puede oírlo? »(Jn 6:60). Como resultado, no adaptó su doctrina a los deseos de la gente, sino que aceptó la verdad de que «muchos de sus discípulos se retiraron y ... no anduvieron con él» (Juan 6:66).
Los números y las mayorías nunca pueden decidir la verdad; No solo a nivel eclesial... ya que la experiencia histórica muestra que las mayorías pueden ir mal y pueden estar terriblemente equivocadas. ¿Qué son las mayorías? ¿Persistiría la creencia eclesial, con la expectativa de una presión que cuestione la resurrección del Señor? Al final, ¿podrían las mayorías decidir sobre si se debe afrontar la culpa y el pecado en la confesión cristiana? ¿Qué pasaría si el «voto en los pies» algún día probara que la filiación divina de Cristo ya no es aceptada y que debería ser reducido a un hombre ejemplar? ¿Se aplica también, lo que he escuchado tantas veces en las últimas semanas, que la iglesia tiene que «actuar» porque no tiene otra opción? ¿Entonces la nueva realidad sería también una fuente de revelación?»
«Y, por último», añade, «los que están presionando tanto dentro como fuera de la iglesia para que se cambien algunos temas, como abolir el celibato, reevaluar la homosexualidad, ordenar a las mujeres y aceptar la sexualidad extramarital en general», deben responder a estas preguntas: «¿Por qué los cristianos protestantes en Alemania, que tienen todo esto, lo que ahora se exige, no aguantan mejor, no tienen tantos pastores, no tienen más practicantes o no están mejor en cuanto al número de los que abandonan la fe? ¿No es ello una indicación de que los verdaderos problemas están en otra parte, que todo el cristianismo está luchando con una crisis de fe y comprensión y no tanto con una nueva realidad de la vida que finalmente debe afianzarse?»
Woelki advierte que «la falta de comprensión de los aspectos clave de la fe católica, incluida la doctrina sacramental, el sacerdocio, la revelación y la práctica cristiana de la vida y la fe, debería, en primer lugar, despertar a los católicos y dejar claro que estamos haciendo algo mal. ,Hablamos demasiado acerca de la Iglesia y muy poco acerca de Cristo; nos miramos demasiado a nosotros mismos y muy poco a Él».
El cardenal asegura que «solo si la iglesia apunta más allá del mundo visible y da testimonio de la salvación del hombre a través del Hijo de Dios, solo entonces continuará ganando a las personas y guiándolas hacia la salvación».
«Por decirlo claramente», apunta el purpurado, «la alternativa a la que nos enfrentamos es: o una Iglesia que vuelva a ser oro o la descristianización del mundo, al menos en la parte del mundo donde vivimos los alemanes, porque en otras partes hay tendencias que apenas son comparables a las nuestras».,
Finalmente, el arzobispo de Colonia asegura que no quiere «ser mal entendido. No estoy hablando aquí de un tradicionalismo irreflexivo, un anhelo de lo que supuestamente fue mucho mejor ayer, no quiero un castillo en el que una pequeña manada piadosa esté atrincherada. Por el contrario, quiero crecer y partir, quiero tener fe en el aquí y ahora, pero todo eso solo llegará e inspirará a la gente, si todos somos fieles a nuestra misión. El camino de la Iglesia solo puede conducir al futuro y no al pasado, pero este futuro solo lo configurará si se refleja nuevamente en Cristo, cuando regrese a Él allá donde ella lo haya perdido de vista».
Estas son las palabras finales del cardenal Woelki:
«¿Por qué la iglesia? La respuesta no tiene que ser inventada, sino redescubierta y buscada nuevamente. Si somos honestos, los humanos no hemos inventado nada, ni el mundo ni nosotros mismos, ni la iglesia ni la fe. Todo se nos confía. Se nos ha dado, bastante inmerecidamente. Sólo en este espíritu y humildad puede la Iglesia renovarse. No tiene que ser guiada por la visión de sí misma o del mundo, sino solo mirando al Salvador, mirando a Cristo».
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