29.03.17, En
Evangelización,
Fiestas Litúrgicas,
Oración,
Santidad, por
Mons. José H. GómezEstas primeras semanas de Cuaresma he estado muy ocupado. Puedo imaginarme que ustedes, en su vida, también se habrán visto reclamados por una multitud de responsabilidades y exigencias que abarcan su tiempo.
Tenemos que animarnos unos a otros a seguir avanzando en el espíritu de la Cuaresma.
Empezamos la Cuaresma con buenas intenciones. Tengo un amigo que siempre hace la misma resolución: “Esta Cuaresma, voy a hacer un verdadero progreso en mi vida espiritual. Realmente voy a vivir la Cuaresma ‘correctamente’”.
Es una hermosa aspiración. Pero a veces se interponen cosas o perdemos nuestro enfoque. Lo importante es no renunciar o adquirir un espíritu crítico y empezar a “llenarnos de sentimientos de culpa”. Necesitamos simplemente regresar al camino. Después de todo, la Cuaresma se trata de conversión, de nuevos comienzos. Jesús siempre está allí para ofrecernos su mano, de modo que podamos regresar a Dios.
A lo largo de sus cartas, San Pablo nos recuerda que necesitamos mantener nuestros ojos siempre fijos en Jesús. “Busquen las cosas de arriba, donde está Cristo… Mantengan la mente en las cosas que están arriba, no en las cosas de la tierra”.
Esa es la manera en que tenemos que pensar y la forma en que hemos de vivir. Y no sólo durante la Cuaresma. Eso no significa que hemos de rechazar o ignorar las cosas de este mundo. Este mundo es bueno, porque Dios lo hizo bueno. Dios nos da este mundo para que sea nuestro hogar. Él nos llama a usar las cosas buenas de este mundo para cumplir su voluntad y para servirnos unos a otros.
La Cuaresma es nuestro recordatorio anual de que debemos mantener las “cosas” en su perspectiva adecuada. Tenemos que poner “las cosas más importantes” primero. Tenemos que establecer las prioridades correctas.
Dios —y hacer la voluntad de Él—debe ser siempre lo “más importante” en nuestra vida. Todo lo demás brota de nuestra relación con Él. San Agustín dijo esa gran frase: “Ama a Dios y haz lo que quieras”.
Lo que esto significa para mí es que si empezamos a partir del amor de Dios —fundamentando todos nuestros motivos y deseos en el tratar de glorificar a Dios y en intentar hacer lo que Él quiere que hagamos— entonces todo lo demás estará bien.
Las cosas de este mundo pueden llegar a “sobrepasarnos”. Pueden venir a llenar y a “desbordarse” sobre el lugar que Dios debería ocupar en nuestras vidas.
Necesitamos lo que los santos llaman un “espíritu de desapego”. Una vez más, esto no significa que rechacemos a las personas de nuestras vidas o a las cosas buenas que Dios nos da en su creación.
Pero todos entendemos que a veces podemos dejar que nuestros propios “deseos” —lo que deseamos, las cosas que despiertan un “hambre” en nosotros— lleguen a dominar nuestras vidas. Pasamos demasiado tiempo preocupándonos acerca de cómo satisfacer estos deseos y apetitos. Entonces, necesitamos “soltar” y “renunciar” a algunos de estos deseos. Eso es el desapego.
Cuando empezamos a dejar ir las cosas, cuando empezamos a renunciar a ciertos hábitos o “deseos” en nuestras vidas, sentimos un nuevo espíritu de libertad. Y es realmente una especie de liberación. Porque lo que sucede es que estamos liberando nuestros corazones para amar, para querer lo que Dios quiere, para desear lo que Dios desea para nuestras vidas.
Entonces, ¿a qué están “apegados”? ¿Hay cosas de las que dependen demasiado, cosas que ustedes necesitan “demasiado”? ¿Hay actividades que requieren demasiado tiempo, que desempeñan un papel demasiado importante en su vida?
Conozco a una joven que renunció a las “pantallas” durante la Cuaresma. Ella siente que está pasando demasiado tiempo mirando varias “pantallas”: de su celular, del monitor de su computadora, de su televisión.
Así que una de las maneras en que ella está “ayunando” durante la Cuaresma es tratando de pasar menos tiempo checando Facebook o Instagram y dejando de preocuparse tanto acerca de si alguien le está “enviando mensajes de texto”.
Pero hay muchas cosas en nuestras vidas a las que probablemente estamos demasiado apegados. Tal vez una de sus distracciones es pasar demasiado tiempo pensando en “March Madness” y en cómo se van a ver sus “brackets”.
Una vez más, esto no quiere decir que estas cosas sean necesariamente malas para nosotros. Cultivar un espíritu de desapego nos ayuda a liberarnos del hecho de que estas cosas tomen prioridad por sobre Dios en nuestras vidas.
En los Evangelios Jesús llama a sus seguidores una y otra vez, a dejar las cosas atrás para seguirlo. A veces tenemos que renunciar a cosas buenas para abrirnos a recibir cosas mejores que Dios nos quiere dar.
Así que por favor oren por mí esta semana. Y yo estaré orando por ustedes. Estamos casi a medio camino de nuestro recorrido cuaresmal hacia la Pascua.
Pidámosle entonces a Nuestra Santísima Madre María que nos ayude a terminar nuestro viaje con más fuerzas. Que ella nos ayude a crecer en este espíritu de desapego, para que así quedemos verdaderamente libres para amar como Dios quiere que amemos.
*La columna de opinión de Mons. José Gomez está disponible para ser utilizada gratuitamente en versión electrónica, impresa o verbal. Sólo es necesario citar la autoría (Mons. José Gomez) y el distribuidor (ACI Prensa)
Mons. José H. Gómez
Arzobispo de Los Angeles, la arquidiócesis más poblada de Estados Unidos y el primer Arzobispo hispano en ocupar esta importante sede.
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