Redacción ACI Prensa
El Papa habla a los estudiantes. Foto: Vatican Media
El Papa Francisco mantuvo, este sábado 23 de marzo, un interesante diálogo con alumnos del Colegio Barbarigo, de Padua, a los que recibió en el Aula Pablo VI del Vaticano con motivo del centenario de esta institución educativa italiana.
En conversación con los adolescentes, el Pontífice reflexionó sobre cómo tomar buenas decisiones en los momentos decisivos de la vida.
A una chica preocupada por este asunto, le dijo que “el punto de referencia más importante para la toma de una decisión importante lo encontrarás en ti misma”.
Le sugirió que tenga como punto de referencia a la hora de tomar una decisión “la propia conciencia. Y después, ¿cómo se expresa tu personalidad, tu conciencia?: sobre todo, en el entusiasmo juvenil. Nunca podréis tomar una buena decisión sin este espíritu de entusiasmo, de mirar con alegría al futuro”.
“El entusiasmo, tener esperanza, y también saber arriesgar en la vida. Un riesgo proporcional. Quien no sabe arriesgar bien en la vida, difícilmente llegará a su horizonte. La juventud, no es pasividad. Es un esfuerzo tenaz para alcanzar metas importantes. El joven debe mirar al horizonte, a la meta, incluso si cuesta”, señaló el Santo Padre.
En la juventud “se aprende que en la vida no hay nada gratis, tu debes ganar las metas. Sólo es gratuito el amor de Dios, la gracia de Dios, porque Él te amará siempre. Pero el ir adelante te exige el esfuerzo de cada día”.
También destacó la importancia de no aislarse, “es necesario el dialogo con vuestros capellanes, vuestros sacerdotes, vuestros padres, vuestros hermanos, vuestros amigos. Dialogar. No dialogar únicamente conmigo mismo, no. Eso se debe hacer un poco para reflexionar sobre el corazón. Pero me refiero a dialogar con los otros, porque la vida es un continuo diálogo y eso hace la sociedad”.
“Porque tú en la vida no estás sola, estás en una comunidad de gente que avanza. Una comunidad de una ciudad, una comunidad de una familia, también de una nación. El sentido comunitario de ir adelante, de recorrer un camino, el sentido comunitario del riesgo”.
En este sentido, animó a fiarse de los padres y de los abuelos. “Debéis hablar con los abuelos. Es importante. Porque los abuelos son las raíces. Si tú no acudes a tus raíces, serás un joven desenraizado. Y cuando una planta no tiene raíces, no crece, no florece, no produce futo. Crecer, pero enraizados. A eso ayudarán los abuelos, los ancianos”.
“Hablar con los amigos, con los formadores (los profesores, los capellanes, el colegio…), hablar con los padres y, sobre todo, esto lo subrayo, hablar con los ‘viejos’ que tienen la sabiduría de la vida”.
Dentro de este proceso de toma de decisiones está también el conocimiento de la voluntad de Dios. Para saber lo que Dios pide a cada uno, Francisco recomenzó rezar, “pero rezar no como los papagayos, sino rezar con el corazón. Rezar delante del Señor. Dialogar con el Señor: ‘Señor, hazme saber qué debo hacer’. La oración que viene del corazón, la verdadera oración es importante antes de tomar las decisiones. A vosotros, jóvenes, Dios os confía una misión decisiva a la hora de afrontar los desafíos de nuestro tiempo. Vosotros estáis preparando el futuro”.
“No olvidéis que vuestro futuro trabajo deberá ser un servicio a la sociedad. Un servicio que consiste no sólo en las cosas que hacéis, sino en el ejemplo. Todos vosotros os casaréis, el ejemplo en familia. Todos vosotros tendréis trabajo, el ejemplo en el trabajo, el ejemplo en la sociedad…”.
También explicó que “delante de una decisión, siempre hay un momento de soledad. No se pueden tomar decisiones de la vida en nombre de otro. El otro debe tomarlas solo. La soledad está en el momento de las decisiones más importantes. También tú te casarás. En el momento de elegir a tu futura esposa, de casarse… Ahí hay un momento de soledad. No hay que tener miedo de esos momentos de soledad”.
Asimismo, el Papa reflexionó sobre cómo superar las dificultades en el plano de la fe. Recomendó desarrollar una cultura de la vida en un momento de la humanidad “en el que hay tantas guerras, en el que estamos viviendo una cultura de la muerte, o una cultura del silencio, que es ignorar las cosas que pasan, y eso es muerte, no es vida, o una cultura de la indiferencia: ‘a mí no me importa lo que sucede ahí, soy indiferencia. Sólo me preocupo de mis cosas, de mis oportunidades, de mi cartera, y de nada más’”.
“Frente a esa cultura de la muerte, del silencio cómplice de la cultura del descarte, debéis asumir siempre problemas de la vida real. Acercarse a un problema real que no es teórico”.
Es decir, “acercarse a la gente que tiene hambre, a la gente que sufre, a la gente que está en guerra… Piensa en las estadísticas que dicen cuántos niños al año, en zonas de guerra, mueren de hambre y sed”.
Para un estudiante, señaló el Papa, pensar en esas cosas “te hace estudiar con una actitud diferente, con una apertura del corazón diferente al interés únicamente intelectual. El intelecto es válido, es necesario, pero es uno de los lenguajes que debéis tener”.
Así, explicó que “hay tres lenguajes: el lenguaje de la cabeza, es decir, el lenguaje del intelecto, de pensar…; el lenguaje del corazón, aprender a sentir bien; y por último el lenguaje de las manos, el hacer. Pensar, sentir y hacer. Esto te hace crecer hasta el punto de que piensas aquello que sientes y aquello que haces, sientes aquello que piensas y aquello que haces, y haces aquellos que piensas y aquello que sientes. Es una armonía de tres lenguajes. Educar es hacer crecer estas tres dimensiones de la vida, pero en armonía”.
“Las veces que tú acudas con estos tres lenguajes a la realidad, regresarás a casa no con una respuesta, sino con un interrogante. Un joven debe tener la capacidad de interrogarse, de hacerse preguntas cuando mira a la realidad, no sólo cuando estudia, un teorema matemático, por ejemplo, sino la realidad”.
Por lo tanto, “si tú no vuelves a casa con una nueva pregunta, te falta una cosa: la capacidad de interrogarse”.
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