Hay un bien que debemos buscar y encontrar en esta tierra por sobre todas las cosas: la gracia de Dios. Esta gracia es el único bien necesario, pues nos eleva en el orden sobrenatural haciéndonos participantes de la vida misma de Dios. La gracia es como la semilla de la gloria futura; sin la cual no gozamos de la gloria del Cielo.
Ahora bien
la gracia tiene por único autor a Dios, pero también tiene a María como canal; es más, “ella es nuestra madre en el orden de la gracia” (LG, 61).
Es enseñanza formal de la Iglesia aceptar la mediación de María por sus hijos de la tierra y de aquellos que terminan de expiar sus faltas en el purgatorio; “por esto la Santísima Virgen María es invocada en la Iglesia con los títulos de
abogada, auxiliadora, Socorro, Mediadora” (LG, 62). Ella es llamada puerta de cielo siempre abierta (de la oración
Madre del redentor), a través de la cual llegamos al cielo.
A este propósito un chiste: Se cuenta que en el cielo le llegó a oídos de Jesús que se habían colado algunas almas. Jesús se le acerca a san Pedro y le pregunta: “¿Qué está pasando aquí?”. San Pedro le responde: “Según parece han entrado algunos sin tener por escrito tu autorización”.
Jesús le dice: “Pero, ¿qué pasa contigo? ¿Por qué no desempeñas bien tu trabajo?”. San Pedro, en un primer momento, no responde nada, porque ve que Jesús tiene la razón; pero en un segundo momento le dice: “Yo cumplo con mi misión. Yo mantengo cerrada la puerta, pero me han dicho que tu Madre coge las llaves, abre la puerta y termina metiéndolos. Señor comprenderás que yo no puedo con tu Madre”. Jesús le dice: “Ya me lo temía; pero mi madre es mi madre”.
María es pues la puerta del cielo porque el mismo Jesucristo se rinde ante los deseos de su Madre cuando intercede por nosotros.No le puede resistir.
Esta doctrina no quiere decir que entre Jesús y su Santísima Madre no existan diferencias sustanciales; las hay por supuesto. “Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo Encarnado y Redentor….
La única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las creaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente” (LG, 62).
Jesucristo es el Redentor, es el camino que nos lleva al Padre y es la puerta del redil y
María, la llena de gracia, es la primera de las redimidas y es quien nos lleva a su divino hijo, es la intercesora por excelencia, es nuestra madre.
Cristo es mediador principal, porque nos ha redimido con sus propios méritos y su Madre Santísima es mediadora secundaria, subordinada a su hijo. Como se dice comúnmente: ‘A Jesús por María’. María es el camino para llegar a Cristo, EL CAMINO.
Así como María es el canal para que la segunda Divina persona de la Santísima Trinidad se encarnara, ella también es el canal para entrar al cielo; es decir ella nos ayuda a pasar la puerta verdadera que es Jesucristo.
Dicho de otra manera, habiendo recibido el linaje humano a Jesucristo -el principio universal de la gracia- con la cooperación de María, así también
ella coopera en la distribución de la gracia.
Y de la misma manera que todas las gracias concedidas a la tierra y distribuidas por María, ella también lo hace con las almas del purgatorio.
En su oración litúrgica de la misa cotidiana por los difuntos, la Iglesia solicita la clemencia de Dios: la Iglesia pide para los difuntos la entrada en la eterna beatitud; y para obtener esta gracia no podría hacer nada mejor que encomendarse a la intercesión de la bienaventurada Virgen María.
Y
María se ocupa de las almas del Purgatorio, pues tiene capacidad para intervenir en su favor, y si pide por ellas, serán auxiliadas y salvadas, porque la oración de María es eficaz y obtiene siempre su efecto
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