Queridos amigos:
Muchos buscamos a Jesús y nos creemos mujeres y hombres de fe. Pero en realidad puede que lo nuestro no sea fe sino otra cosa . En unos puede que sea sólo curiosidad o simple simpatía y, en muchos casos, por muy maquillado que aparezca, es simplemente egoísmo puro y duro.
Jesús, que conoce de veras nuestro corazón de barro, puede que nos lo esté desvelando hoy al escuchar sus afiladas palabras: “ Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros ”. ¿Cuál es el verdadero motivo de nuestro interés por Jesús? ¿Será sólo el pan? Entendamos bien la expresión y leamos detrás de la palabra “pan” su cabal traducción que puede ser, para nosotros, sinónimo de “salud”, “suerte”, “descanso”, “vida sin complicaciones”, “comodidad”, “triunfos”, “ventajas”, “compensaciones”, “premios”… y que cada cual añada...
El egoísmo nos vuelve ciegos e insensibles. Durante la multiplicación de los panes, la mayoría estaban tan pendientes de saciar su necesidad, que no llegaron a reconocer el Amor. En nuestra relación con Jesús, podemos estar también tan pendientes de nuestros deseos, necesidades o problemas -tan legítimos todos ellos- que no amemos al Amor.
Jesús rechaza la búsqueda afanosa de un pan que alimenta solamente el cuerpo. Y orienta la búsqueda a “trabajar, no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna ”. ¿De qué alimento se trata exactamente? Parece debe ser algo semejante a aquella agua viva que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14). Por lo que más adelante se dirá se trata de fe. Es decir, de acoger a Jesús en la propia vida de una forma tan auténtica que, como decía el P. Claret, “ El sea suficientísimo ”.
Ese alimento que sacia y plenifica para siempre “os lo dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios”. El Padre ha puesto su sello indeleble sobre el Hijo consagrándolo solemnemente desde el primer instante de su encarnación y en su bautismo en el Jordán.
Ante esa declaración, también nosotros, como aquellos judíos, nos preguntamos: “ ¿Qué debemos hacer? (v. 28). Jesús nos responde con una sola cosa: la fe en él. La única obra que el hombre debe cumplir es creer en el enviado de Dios. Esa fe de la que habla el evangelio es don de Dios. Nosotros podemos rechazarla, pero no crearla. Solamente la recibimos, la acogemos, la cuidamos y la podemos hacer crecer. Esa es nuestra responsabilidad.
¿De qué fe se trata aquí? Decía Ortega y Gasset: “ No vemos con los ojos, sino a través de los ojos ”. Es aquella fe que nos cambia la mirada y nos hace lúcidos. Cuando se mira la vida a través de ojos egoístas, la mirada y todo lo mirado se contaminan de negro interés. Pero todo, en cambio, se vuelve más claro para quien contempla con ojos limpios tanto amor recibido. Y donde los egoístas, al levantar la vista, solo ven nubes negras y anuncio de tormentas, otros podemos llegar a ver un cielo tachonado de estrellas.
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