Queridos amigos:
Clima de despedida. Los discípulos se entristecen; se angustian ante la perspectiva de quedarse solos. Es cierto que el Resucitado Jesús sigue presente en la comunidad de los testigos; pero está como el que se aleja; está presente como quien se despide; sigue activo en la vida de la comunidad pero como quien se va hacia el futuro. Es una nueva e inédita forma de presencia; una ausencia ardiente; una presencia en camino.
Los enviados tienen que recorrer los caminos de la misión en la historia. Jesús les recuerda cuál es la meta a la que hay que llegar y les promete su compañía: Tienen que reconocerle en el pan y en el vino; tienen que reconocer también la Palabra de Dios en la letra de Escritura inspirada que hace memoria y señala el futuro.
A estas alturas del camino evangélico, después de su vida itinerante por los caminos de Galilea y de Judea, Jesús se presenta como camino, verdad y vida. La resurrección ha operado una síntesis de la trayectoria histórica de Jesús; el que anduvo por los caminos de Palestina, es ahora el camino personificado; y los que recorrieron el camino del seguimiento, son ahora llamados al seguimiento del Camino en persona. El que pasó haciendo el bien y dando vida a los enfermos, a los excluidos y heridos por la vida, es ahora la misma vida resucitada; es la vida eterna en persona. El que pasó revelando el corazón de Dios en las palabras de sabiduría, en las parábolas, en las interpelaciones y la vocación al reino de Dios es ahora reconocido como la verdad de Dios y del hombre, es decir, la revelación de Dios y del hombre, como una elipse con doble foco.
La meditación de la palabra nos lleva a la contemplación de la vida personal y colectiva a través de esa triple personificación: el camino, la verdad, la vida. Nos invita a penetrar en el significado personal de esa afirmación evangélica. ¿Hasta que punto Cristo mismo es la medida de mi vida? ¿Hasta que punto ha penetrado en mis sentimientos, comportamientos y actitudes? Puedo agradecer el camino recorrido, la vida recibida, la verdad descubierta…
Bonifacio Fernández,cmf
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