La última película de los hermanos Coen, ¡Ave, César!, es un homenaje al sistema de estudios de la edad de oro de Hollywood, cuando le toca batallar con el auge de la televisión, con la producción de grandes películas espectáculo. Una de ellas, ficticia, la que da título al film, es una epopeya bíblica tipo Ben-Hur, una historia de los tiempos de Cristo. Y resulta especialmente significativa una de las últimas escenas, del rodaje de esa película, que tiene lugar en el Calvario, durante la crucifixión.
George Clooney da vida al actor que interpreta a un oficial del ejército romano, que no puede quedar indiferente ante el amor del que ha sido testigo, el de Jesús clavado en la cruz. Entonces inicia un largo parlamento, un discurso  muy sentido, donde vemos que están conmovidos, no sólo los otros personajes que le acompañan en el plano, sino también el equipo técnico de la película. Hasta que de pronto, cuando le toca pronunciar la palabra “fe”, ésta no acaba de salir de sus labios, se ha quedado en blanco.
George Clooney, en 'Ave César'
George Clooney, en ‘Ave César’

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Sí, la fe se ha perdido, o estamos en ello, nos dicen con humor inteligente los hermanos guionistas y directores, y no sólo la religiosa, sino también en su sentido más amplio, de creer en la capacidad del ser humano para hacer cosas grandes, actos de amor heroico, sacrificado, desinteresado. Da gusto ver a los Coen, judíos, hacer una cinta sin prejuicios, con un protagonista católico devoto, ejecutivo de los estudios Capitol Pictures. El hecho religioso aparece con sentido positivo y respeto, algo que no impide las bromas de buena ley. Quizá también convenga recordar que el Ben-Hur clásico de Charlton Heston lo dirigió un cineasta judío con gran maestría, el magnífico William Wyler.
Y ha llegado esta semana a los cines una película sobre el hecho central que da sentido a la fe de los cristianos, Resucitado, pues al decir de San Pablo, si no hay resurrección, vana es la fe, y los cristianos serían los más desgraciados de los hombres. La cinta dirigida por Kevin Reynolds y protagonizada por Joseph Fiennes, podría ser el complemento de un díptico perfecto, donde la otra película clave sería La Pasión de Cristo de Mel Gibson. De acuerdo, esta segunda es superior, pero en el film de Gibson apenas había espacio para la resurrección, y en la que nos ocupa, la crucifixión apenas tiene presencia, de modo que su complementariedad resulta evidente.
Hay fuerza en la aparición del cenáculo y en la pesca milagrosa, y la ascensión está muy bien resuelta
Tiene el mérito de incluir varios pasajes del evangelio con Jesús resucitado, que en otras vidas de Cristo apenas pueden incluirse fugazamente, pues no hay tiempo. Hay fuerza en la aparición del cenáculo y en la pesca milagrosa, y la ascensión está muy bien resuelta. Y Fiennes, dando vida al tribuno que debe encontrar el cadáver de Jesús, supuestamente robado por sus discípulos, sirve para que el espectador se meta en las escenas como si fuera un personaje evangélico más.
Está claro que el espectador cristiano es especialmente exigente a la hora de juzgar las representaciones de sus creencias más sagradas. Por eso una persona con fe siempre considerará La última tentación de Cristo de Martin Scorsese una pobre película, porque Jesús aparece como alguien dubitativo y poco seguro de sí mismo, nadie diría que es el hijo de Dios, ni él mismo. En cambio otros intentos, como Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli, el minimalismo de Pier Paolo Pasolini en El evangelio según san Mateo o la cinta encantadora con muñecos de plastilina El hombre que hacía milagros, impactan, aunque la sensibilidad de unos u otros puedan ponerles las inevitables pegas.
Imagen de la película 'Resucitado'.
Imagen de la película ‘Resucitado’.
En cualquier caso, sigue impertérrito el interés por lo sagrado y el sentido trascendente de la vida, lo que se nota en las nuevas producciones bíblicas o sobre hechos diversos del cristianismo. Y ello a pesar del tozudo esfuerzo por silenciar algunas de estas películas o de mirarlas burlonamente, como cosas de niños inmaduros, pienso en el no-tratamiento de muchos medios de la reciente película Poveda, el desprecio de ignorarla, hacer como si no existiera, a pesar de estar entre los 10 títulos españoles más vistos en 2016. Que quiero pensar que no es mala voluntad irrespetuosa, sino ridículos complejos y prejuicios, según los cuales una película con un cura y sin los actores que están más en la pomada no puede tener interés. También podría verse como poca profesionalidad. Porque los informadores de cine deberían abordar todo el cine que se estrena, se tenga más o menos afinidad con el mismo.