Fundamentalistas pakistaníes claman venganza por la ejecución del asesino Quadri y piden la muerte de Asia Bibi
Alrededor de 3.000 islamistas protagonizaron este lunes, y por segunda jornada consecutiva, una protesta frente al Parlamento paquistaní en la que reclaman que el radical Mumtaz Qadri, ejecutado hace un mes por el asesinato confeso de un político, sea reconocido como mártir por el Estado.
Los manifestantes han acampado, según recogen las informaciones de la agencia EFE, en la avenida de la Constitución en la llamada Zona Roja de Islamabad, un área de alta seguridad que alberga las instituciones del Gobierno y las embajadas.

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El agente, consultado por esta fuente, indicó que unos 70 islamistas han sido arrestados a lo largo del día y que otros miles continúan frente al Parlamento, lo que ha obstaculizado su funcionamiento y ha cortado en tráfico.
Los manifestantes reclaman que sus compañeros detenidos este domingo tras conmemorar el primer mes de la ejecución de Qadri sean liberados, que el ahorcado sea nombrado mártir por el Gobierno y que la celda que ocupó en la prisión de Adiala sea convertida en una biblioteca. Además, exigen que la cristiana Asia Bibi, condenada a muerte por blasfemia, sea ejecutada.
La protesta se produce un día después de que miles de seguidores de Qadri, según medios locales, forzasen su entrada en la Zona Roja y se enfrentasen con la Policía, unos choques en los que resultaron heridos al menos 40 agentes y 19 manifestantes.
Qadri fue condenado por matar a tiros en Islamabad en 2011 al gobernador de la provincia oriental de Punjab, Salman Tasir, del que como miembro de las fuerzas de elite punyabíes era uno de sus guardaespaldas, tras confesar que lo hizo por considerarlo un blasfemo.
El gobernador era uno de los más firmes defensores de Bibi, cristiana condenada a muerte por blasfemia en un caso que adquirió mucha notoriedad incluso fuera de Pakistán, una república islámica.
La ejecución de Qadri, el pasado 29 de febrero, desató protestas en diferentes partes del país y su funeral en Rawalpindi fue acompañado por decenas de miles de personas que lo despidieron como si fuera un héroe.