PADRE SERGIO
Algo que me he ido dado cuenta es la importancia de una vida espiritual sana, entendiendo sana por la cantidad necesaria, ni tanta que te canse ni tan poca que no te llene. Ocurre a veces que es sólo un momento de oración que dura unas cuatro horas y que nos parece una exageración, pero igual le entramos. No es necesario exagerar en la cantidad, más bien concentrarse en la calidad.
Si entendemos la oración como alimento espiritual vamos a buscar la dosis necesaria para que nos nutra, no buscaremos comida en exceso grasosa que sabe muy bien pero que no provee algo bueno. ¿Se imaginan llegar a ser unos obesos espirituales? Comemos tanto pero tanto que no nos alimenta, dieta desbalanceada…no sé si este concepto exista y mucho menos sea válido pero así lo estoy viendo: gordos pero no sanos.
Queriendo o sin querer pasé unas semanas de abandono espiritual, iba a misa y tragaba hostias (sí, lo dije bien) pero no hacía comunión con Dios, daba igual comulgar o no, es cierto que la Eucaristía no es emocional sino un acto de fe (que es racional), sin embargo considero importante ese momento en el que tu ser se ve pleno de su Creador, esa común-unión entre Padre-Hijo-Espíritu Santo y el cristiano que es hecho sagrario.
También es necesaria la acción de gracias al despertar, en cada comida, en cada momento que algo pudo haber salido mal y no fue así, al dormir para agradecer lo bueno que vivimos y lo no tan bueno que nos sirve de aprendizaje… en fin, no son momentos eternos de oración y adoración en los cuales se llegue a tal éxtasis que se empiece a levitar (ojo, no digo que esto sea malo sino que no es signo necesario para que la comunión espiritual sea real).
Una vida espiritual sana es aquella que te acerca a Dios, aquella que te permita (por Su Gracia) verle en todo momento y en todo lugar. La espiritualidad del cristiano es la adoración a Dios, mas no existe un único estilo de adoración; cada persona, según el Espíritu le inspire, ora de una forma distinta, claro está que debe ser válida, no contrariando ningún dogma, ni la doctrina de la Iglesia, recuerden que Dios no se contradice a sí mismo.
En mi dieta espiritual (la única que no me he propuesto hacer y que sí cumplo) experimenté las desgracias (entiéndase como no estar en gracia) a las que somos sometidos cuando nos alejamos de Dios: mal humor constantemente, muy irascible, triste, rechazo a mí mismo… no vivía ni en lo humano, ni en lo espiritual.
En esos días recordaba mucho un libro que leí que dice que no se va a misa porque se quiere o porque se sienten ganas de ir, no, a misa se va por fe, porque se sabe el gran milagro que ocurre y se entiende que en la Eucaristía está el mismo Cristo presente y pleno y esto es alimento para el alma, la cual está muy necesitada de su Dios. Solo viviendo la fe es que se puede crecer, mantenerse; la vida del cristiano no es fácil, por eso es tan necesario alimentar el alma, cuidarla, velar por su salud.
Este abandono de mi vida de piedad me llevó a tener problemas en casa, discusiones en el trabajo, incluso la relación con mi novia no se sentía igual, y lo que más me pesaba: me daba fastidio ir a catequesis (parte importante en mi vida). ¿Toqué fondo? no lo sé, tal vez sí, solo sé que en mi no sentir le pedía a Dios a diario que no dejara que mi alma se condenara, que no permitiera que yo me alejara de Él, en un no sentir le di fuerza a mi parte racional, la fe no es sentir, la fe es creer y yo creí firmemente que Dios no iba a dejar que yo me perdiera en el camino, tal vez yo podía perderme pero Él no iba a dejar que yo me perdiera.
¡DIO SU VIDA POR MÍ!, y yo me sentía indigno de ello, que no merecía ningún tipo de amor, ni el de mi familia, ni el de mi novia, ni del de Dios, así de mal me sentía y mientras más pensaba esto más pedía que no me alejara. ¡Grande el amor de Dios y la fe en nosotros, porque sí, Dios cree en ti y en mí!… y a mí me parecía absurdo.
Gracias a Dios reconocí donde estaba un poco desviado y empecé a buscar cambiar eso. Los evangelios nos recuerdan eso: solo basta tener fe.
Escrito, para la gloria de Dios, desde Barcelona por Gustavo Merlo, colaborador de DHCatólico
Autor:
Dhcatolico.com
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