Jesús:
¡Qué poco comprendéis el Amor que os tengo! Creéis que, como sois miseria,
repugnáis a vuestro Dios. Pues nada más lejos de esto. Porque sois miseria, me
agacho a recogeros; porque sois débiles criaturas, sois un reclamo para mi Corazón
ardiente de Amor, que busca a quién consumir, y os busca para unirse a vosotros
por la eternidad. Yo busco, llamo, atraigo con mil lazos de Amor, derramo mis
Beneficios, os doy mis Dones, me muestro a vosotros. ¿Y qué recibo?
Que cada uno examine cómo trata a este Mendigo de vuestro amor, que os ha
amado tanto, que se ha abajado a hacerse Hombre, sufrió el suplicio máximo, y se
queda a vuestro lado, tan pequeño, que está a merced de vuestros propios
sacrilegios y abominaciones, locos por el odio, incapaces de amar, ciegos para la
Verdad, sordos para la Fe. ¿Sabes lo que es que me pase toda la vida de un hombre
sobre la tierra llamándole a mi Amor, a su conversión, y que finalicen sus días y se
precipite a sí mismo al abismo eterno?
¡Y mi Sacrificio no sirvió para todos! Oh dolor angustioso de mi Eterno Corazón.
Las almas se condenan, ¡hoy más que nunca!
Yo contemplo a los míos repletos de mis Gracias para que se dirijan a la batalla, y
los encuentro jugando, creyendo que todo es un juego, mirándose al espejo para
comprobar si sus posturas son las correctas. ¡Cuando mis hijos se condenan a su
lado! ¡Y les dejaron precipitarse deliberadamente sus propios hermanos mayores!
Responsables de vuestros pequeños: Yo, el último día, os pediré cuentas y os diré:
¿Dónde están los que deberían haberse salvado por vuestro medio? Porque contaré
entre mis elegidos y no encontraré a todos.
El mundo camina hacia su autodestrucción, hacia su condenación. Ciegos, chocarán
contra el muro. ¡Advertidles!
Miradme, que Yo ya me encuentro exhausto y debilitado. Mirad que comienza ya
mi Flagelación. Me tienen atado a la columna. Sed vosotros mis Manos para
bendecir, para perdonar, para abrazar, para señalar el Camino, para trabajar por las
cosas de mi Padre. Sed Yo, acudid al grito de vuestros pobres hermanos que
agonizan en el borde de vuestros caminos. Bajad del carruaje y atendedlos.
¡Perecen!, perecen cada segundo, y no hay Vida de la Gracia, no hay ya Verdadera
Vida en Dios en esta mi tierra, a la que Yo redimí. Que mi Sacrificio no sea en
vano para todos.
Continuad, continuad. Aquí, en mi Pecho: ¡Sed flagelados! Adorad este camino que
Yo os preparé desde la eternidad.
Venid y no me dejéis solo, no me abandonéis también vosotros. Mi Corazón
necesita en quién apoyarse. Busco, miro. ¿Quién me dará cobijo? ¿Quién
compartirá mi dolor? ¿Quién me hará este peso más llevadero? ¡Venid todos!
Me han conducido a la tortura. ¿Iré solo?
Mi Alma se ahoga en la soledad, pero si os busco y estáis todos aquí, en mi
Corazón, podré soportar todo esto. Me daréis fuerza y compartiré con vosotros mi
peso, que llevo por la humanidad.
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