05-07-1999
Virgen:
Vengo a ti y a los hombres para levantaros, para que nunca más os aplaste el yugo
del pecado.
Vengo con otro suave yugo, otra carga ligera, que desbanca el odio, la ofensa a
Dios y a vosotros mismos, todo el pecado del mundo, el pecado personal, y se pone
en su lugar. Yugo que libera, yugo que da la Paz. No yugo que esclaviza, no yugo
que desazona.
Mil cosas te sobrevendrán con el sólo fin de que tú pierdas la Paz y la Confianza en
Mí y en su Corazón Santo. No sigas el juego al Maligno. Tú ya conoces cómo actúa
él. Tú recurre a Mí, aunque te veas negra como una sombra. Tú recurre a Mí. Te he
dicho: Yo seré tu Refugio y el Camino que te conducirá a Dios.
Yo venzo sobre el Enemigo. Soy la Capitana de la Tropa de Dios. A la que Dios ha
dado el Poder sobre la Serpiente.
Yo le aplasto la cabeza, mientras ella intenta acecharme en mis hijos.159
Yo doy a cada uno a luz entre inefables dolores de parto160 y, como Madre, he dado
mi vida por cada uno de vosotros, y he sido conducida a la tortura por vuestra
salvación de la fosa del pecado.
Ya habéis sido salvados: caminad, vivid como rescatados. ¡Ya no estáis en vuestra
fosa de muerte! Es Él quien lo ha hecho. A Dios la Gloria por los siglos de los
siglos Amén.
¿Sabes quién te habla? Soy la Madre, la Madre de la humanidad, la Madre de la
juventud, la Madre de todos y cada uno.
No me arrojéis de vuestro lado: Vengo a levantaros, a daros la Paz, a sanaros, a
llevaros al buen Camino, a enseñaros a amar, a daros la Vida.
La Vida agoniza olvidada de todos. Hijos, ¿no oís cómo grita vuestros nombres?,
acudid, acudid a El, ¡oh acudid!
Es suave su acción sobre vosotros, es Amor, es enjundia, es bálsamo y calor
maternal, es vuestro Todo. ¡Y el Todo agoniza despreciado y ultrajado por la nada!
Se muere en los Sagrarios, muere de Sed, porque no hay nadie que se compadezca
de El y vaya con un poco de su agua, a aliviarle siquiera un segundo. No encuentra
alivio porque todos le falláis. ¡Oh hijos descastados!
La salvación vino a vosotros y vosotros preferisteis la condenación, la ciénaga a los
verdes pastizales, el lodo sucio al Agua limpia del Edén.
No sigáis con vuestra tortura al Rey de Reyes, al Santo de los Santos. El no se
merece esto.
Afinad vuestro oído y oíd cómo grita vuestro nombre. Es un grito suave,
armonioso. Es el grito del Amor de los Amores por cada uno de vosotros.
¡Tened fe! ¿Dónde está vuestra fe? Busco y no encuentro ningún resquicio de fe en
vuestra alma. ¿Qué habéis hecho con el Tesoro que se os dio, con la Vida de la
Gracia? ¡Lo echasteis a perder por descuido, lo tirasteis deliberadamente!
Con amplia sonrisa os congratuláis por los avances obtenidos en mi Casa (Iglesia).
¿Dónde está el avance, si el Pan de Panes es pisoteado, escupido, odiado,
deshonrado, tomado sacrílegamente, tirado a la basura?
¡Oh mi Hijo, no amado! No debíais descansar vosotros, mis ministros, vosotros los
que sabéis, hasta verle encumbrado y colocado en su Verdadero lugar, sobre el
Trono del Altar, reinando sobre todos vosotros.
¿Con quién puedo Yo contar de entre vosotros? Yo llamo. Presentaos ante Mí, que
Yo os daré sus órdenes. E id. Id al Combate.
Yo grito socorro, porque me roban, roban a la Vida, os roban vuestra Vida. ¿Quién
acudirá en mi socorro? De los que me oyen, unos sólo miran, otros dan el aviso
para que otros vayan.... ¿Quién acudirá presto en mi socorro?, ¿quién me ayudará?
Mira que Yo grito, grito vuestra colaboración: ¡Venid! ¡Ayudadme! ¡Se saquea la
Casa del Altísimo! Y se llevan su Tesoro, se llevan la Vida, el Amor, vuestra
salvación. ¡Defendedla de los saqueadores!
El Señor llama.
Yo llamo.
¡Venid todos!
Dilo, ¡ve y dilo!, mis fuerzas ya me doblan.
Es mi último mensaje de
desesperación. Porque irremediablemente se llevará a cabo el saqueo de la
Casa...Pero, si Dios quiere, ¡quizá haya un Resto fiel que impedirá que la desvalijen
en su totalidad!
Oid la Llamada de Dios a ser vosotros su Resto para el fin de los Tiempos, los
Guerreros de la Última Batalla de las Batallas. Revestíos con las Armas de Cristo.
Acudid al Centro de Mandos y recibid mi Espíritu Santo, recibid también mi Santo
Corazón como Coraza. ¡Y no temáis! Elegidos para tan gran fin. No desertéis.
Ingresad en las filas. Voy con vosotros ... Yo empiezo la Batalla, ¡seguidme!
Os quiero fieles, nunca temerosos; ardientes y puros como lirios. Así el Enemigo
no podrá hacer nada. Él se revuelca de rabia, porque sabe que la tiene perdida, e
intenta hacer el mayor daño posible. ¡Oídos sordos, niños!, oídos sordos al
Enemigo. Que Yo os diré lo que debéis hacer. ¡Oídos abiertos a la Voz de Dios!
159 Cfr. Gn 3,15.
160 Cfr. Ap 12,2.
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