08-12-2000
Jesús:
Hija mía, los hombres no harán caso de mi llamamiento de Amor, veo a todos los
condenados y que muero en balde.
Yo quisiera miraros y consolarme en vosotros.
Sí Jesús, ¿cómo lo haremos?
Yo quisiera que para todos Yo fuera el Esposo, el Ardiente Amor entregado y
recibido por ellos, por cada uno. Quisiera que todos me amarais más y me dierais así
a conocer a los demás. Que me irradiarais. Quisiera ser vuestro Todo, la razón de
vuestra vida. Por quien os entregáis, a quien amáis.
Hija mía, al menos tú, ámame, respóndeme. No me ocultes tu rostro. No encojas tu
alma. Ven a Mí, preséntate ante Mí, con tu alma abierta de par en par, para que Yo
entre y me haga el Morador de tu casa, el Huésped de tu alma. Abre para Mí tu
corazón, que Yo deseo entrar.
¡Yo Soy vuestro anhelo!,246 ¡el que sacia vuestra sed! ¡Venid a Mí! Mirad mi Sangre
derramada y mi alma entregada. Recoged mi Sangre, bebed, y dad de beber a otros.
¡Por vosotros me entrego!, me entrego y me entregaría una y mil veces más, por
vosotros, por cada uno de vosotros. Sentid mi Amor. Tomad mi Amor e irradiad mi
Amor.
Sí, venid a Mí, que Yo estoy deseando instruiros, venid y acercaos a Mí. Como en
otro tiempo, Yo predicaba a las gentes, venid a Mí, que Yo deseo hablaros, deseo
instruiros, guiaros. Lo haré a la vez, pero a cada uno en particular, todos a una, pero
en íntimo diálogo, uno a uno, el uno con el Uno. Solos, tú y Yo, la criatura y el
Creador, solos, aunque rodeados de gente, solos, aunque dentro de un grupo, en una
comunidad.
Deseo teneros largo rato en cálido diálogo conmigo, para que mi alma pueda
comunicaros todo aquello que os quiere decir, para que también vuestra alma pueda
explayarse.
¿Decís que no me oís? Mira cómo te hablo, desde aquí.247 Mira cómo
verdaderamente te hablo. Ponte, en verdad frente a Mí, abre tus oídos, espera,
escucha, y luego dime si no te hablo, si no oyes mi Voz cómo habla a tu alma. Mi
Voz te habla continuamente, en todos los instantes de tu día, y cuando vienes a Mí
en estos ratos, también contigo Yo me explayo y dejo que me abras tu corazón
igualmente. Venid, venid y escuchad, ¡tengo tanto que deciros! No, no os vayáis
todavía. Quizá no he terminado de contaros mis Palabras de Amor.
Preguntadme
primero: Señor, ¿has terminado de hablarme? ¿Quieres algo de mí, tu siervo?
¿Puedo retirarme ya? Oiréis en vuestro corazón la respuesta. ¿Cómo puede alguien
decir que viene a Mí, sinceramente, y Yo no le hablo y no encuentra respuesta a sus
inquietudes, y haya vacío? Hijos, eso, Conmigo, no puede ser. Soy el más elocuente
de los Enamorados, el que no se cansa, continuamente inventa mil ardides y tiene
infinitos recursos para atraer a las almas, el que las embelesa con sus Palabras de
Amor.
Oídme, oíd mis Palabras. Oíd, oíd al menos mi Corazón. Acercaos y oíd, oíd sus
Latidos248
Es por ti. Sí, son por ti hijo mío, son por ti.
246 Más majestuoso, abriendo los brazos en la Custodia
247 Desde el Sagrario.
248 Noto los latidos.
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